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Energía

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Página Última modificación 15/03/2023
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Esencial para generar riqueza industrial, comercial y social, la energía proporciona además confort personal y movilidad. Pero su producción y consumo ejercen una presión considerable sobre el medio ambiente: emisiones de gases de efecto invernadero y agentes contaminantes atmosféricos, ocupación del suelo, generación de residuos y vertidos de hidrocarburos. Estas presiones contribuyen a acelerar el cambio climático, dañan los ecosistemas naturales y el medio ambiente antropógeno y tienen efectos adversos para la salud humana.

Muchas actividades humanas necesitan utilizar combustibles fósiles; esto hace que aumenten las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono (CO2), que aceleran el cambio climático y elevan la temperatura media del planeta. A escala global, la demanda de energía va en aumento, reforzando la tendencia al alza de las emisiones de CO2.

Casi todos los países satisfacen su demanda energética mediante el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Al quemar estos combustibles se libera calor que puede convertirse en energía. El carbono del combustible reacciona con el oxígeno y produce CO2 que se libera a la atmósfera. También se liberan contaminantes atmosféricos (dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas) que afectan a la calidad del aire. Sin embargo, gracias a las medidas y mejoras técnicas adoptadas en las instalaciones de producción de electricidad y calor, estas emisiones se han reducido en las últimas décadas.

Europa registró su máximo consumo energético en 2006; en 2010 fue casi un 4 % inferior. Parte de este descenso se explica por la crisis económica, si bien cabe señalar además una pequeña disociación entre la actividad económica y el consumo energético.

Los combustibles fósiles siguen siendo predominantes en la panoplia de combustibles: el 77 % de las necesidades energéticas del europeo medio se satisfacen con petróleo, gas y carbón. La energía nuclear representa el 14 % y las fuentes de energía renovables aportan el 9 % restante. Sin embargo, la energía renovable aumenta con rapidez; en 2010, la mayor parte de la nueva capacidad instalada fue energía solar fotovoltaica, situándose el gas y la eólica en segundo y tercer lugar, respectivamente. En cuanto a la energía nuclear, se registró un notable descenso de la capacidad instalada.

El europeo medio consume 27 megavatios-hora (MWh) al año, incluyendo todas las fuentes domésticas, industriales y de transporte. Esta cifra varía mucho según los países, al igual que las correspondientes emisiones de CO2, que dependen en gran medida de la penetración de la energía renovable y nuclear. El transporte es el sector que ha experimentado un crecimiento más rápido desde 1990 y actualmente es el mayor consumidor de energía.

Políticas de la UE

La energía es una prioridad cada vez mayor de la acción política; constituye una de las cinco principales áreas de desarrollo contempladas en la estrategia Europa 2020, marcándose los siguientes objetivos:

  • el 20 % de la energía consumida en Europa debe provenir de fuentes renovables;
  • un incremento del 20 % de la eficiencia energética.

Además de los objetivos específicos de la estrategia energética 2020, diversas políticas abordan ámbitos de interés adicionales, resumidas en el sitio web de la Comisión Europea. Entre estas políticas cabe destacar las siguientes:

  • mejorar la seguridad del suministro;
  • garantizar la competitividad de la economía europea y la disponibilidad de energía asequible;
  • fomentar el desarrollo de un mercado interior de la energía competitivo;
  • establecer unos niveles mínimos de imposición sobre la energía.

Actividades de la AEMA

Una de las actividades fundamentales de la AEMA en el ámbito de la energía es el seguimiento de la integración de las consideraciones ambientales en el sector energético. Cada año se actualiza y se publica un conjunto de indicadores energéticos y ambientales. La AEMA publica además evaluaciones de los beneficios y presiones ambientales que cabe esperar de distintas fuentes de energía renovables.

Los indicadores energético-ambientales plantean seis cuestiones políticas:

  • ¿Se está reduciendo el impacto ambiental del consumo y la producción de energía?
  • ¿Se está reduciendo el consumo de energía?
  • ¿Hasta qué punto está aumentando la eficiencia energética?
  • ¿Se están sustituyendo los combustibles más nocivos por otros menos contaminantes?
  • ¿Con qué rapidez se están aplicando las tecnologías de energías renovables?
  • ¿Se están incorporando mejor los costes ambientales al sistema de tarificación?

Estos indicadores también son importantes para:

  • realizar un seguimiento de la estrategia europea de desarrollo sostenible;
  • elaborar el informe de gases de efecto invernadero de la UE para la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC);
  • informar sobre tendencias y proyecciones de emisiones de gases de efecto invernadero en Europa con arreglo al Protocolo de Kioto.

La AEMA también evalúa los beneficios y presiones ambientales que acarrea el incremento de la parte de las energías renovables en la producción energética total. Esto incluye:

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