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Muchas actividades humanas necesitan utilizar combustibles fósiles; esto hace que aumenten las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono (CO2), que aceleran el cambio climático y elevan la temperatura media del planeta. A escala global, la demanda de energía va en aumento, reforzando la tendencia al alza de las emisiones de CO2.
Casi todos los países satisfacen su demanda energética mediante el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Al quemar estos combustibles se libera calor que puede convertirse en energía. El carbono del combustible reacciona con el oxígeno y produce CO2 que se libera a la atmósfera. También se liberan contaminantes atmosféricos (dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y partículas) que afectan a la calidad del aire. Sin embargo, gracias a las medidas y mejoras técnicas adoptadas en las instalaciones de producción de electricidad y calor, estas emisiones se han reducido en las últimas décadas.
Europa registró su máximo consumo energético en 2006; en 2010 fue casi un 4 % inferior. Parte de este descenso se explica por la crisis económica, si bien cabe señalar además una pequeña disociación entre la actividad económica y el consumo energético.
Los combustibles fósiles siguen siendo predominantes en la panoplia de combustibles: el 77 % de las necesidades energéticas del europeo medio se satisfacen con petróleo, gas y carbón. La energía nuclear representa el 14 % y las fuentes de energía renovables aportan el 9 % restante. Sin embargo, la energía renovable aumenta con rapidez; en 2010, la mayor parte de la nueva capacidad instalada fue energía solar fotovoltaica, situándose el gas y la eólica en segundo y tercer lugar, respectivamente. En cuanto a la energía nuclear, se registró un notable descenso de la capacidad instalada.
El europeo medio consume 27 megavatios-hora (MWh) al año, incluyendo todas las fuentes domésticas, industriales y de transporte. Esta cifra varía mucho según los países, al igual que las correspondientes emisiones de CO2, que dependen en gran medida de la penetración de la energía renovable y nuclear. El transporte es el sector que ha experimentado un crecimiento más rápido desde 1990 y actualmente es el mayor consumidor de energía.
La energía es una prioridad cada vez mayor de la acción política; constituye una de las cinco principales áreas de desarrollo contempladas en la estrategia Europa 2020, marcándose los siguientes objetivos:
Además de los objetivos específicos de la estrategia energética 2020, diversas políticas abordan ámbitos de interés adicionales, resumidas en el sitio web de la Comisión Europea. Entre estas políticas cabe destacar las siguientes:
Una de las actividades fundamentales de la AEMA en el ámbito de la energía es el seguimiento de la integración de las consideraciones ambientales en el sector energético. Cada año se actualiza y se publica un conjunto de indicadores energéticos y ambientales. La AEMA publica además evaluaciones de los beneficios y presiones ambientales que cabe esperar de distintas fuentes de energía renovables.
Los indicadores energético-ambientales plantean seis cuestiones políticas:
Estos indicadores también son importantes para:
La AEMA también evalúa los beneficios y presiones ambientales que acarrea el incremento de la parte de las energías renovables en la producción energética total. Esto incluye:
For references, please go to https://eea.europa.eu./es/themes/energy/intro or scan the QR code.
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