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En julio de 2011, intensas lluvias inundaron partes de Copenhague. Los sistemas de drenaje urbano no lograron gestionar las precipitaciones, que llegaron a alcanzar una intensidad de hasta 135 mm en dos horas. No acabaron ahí los problemas para Copenhague. Tras los aluviones, las reparaciones en los conductos hídricos provocaron la presencia de contaminantes en el agua potable durante semanas. En otras ciudades se registraron problemas hídricos similares.
Más de tres cuartas partes de los ciudadanos europeos habitan en zonas urbanas y dependen del suministro urbano de agua. Una quinta parte del total de agua dulce extraída en Europa abastece los sistemas hídricos públicos: se trata de agua suministrada a los hogares, las pequeñas empresas, los hoteles, las oficinas, los hospitales, las escuelas y determinadas industrias.
Garantizar el suministro permanente de agua limpia a los ciudadanos no es tarea fácil. El régimen hídrico debe atender a muchos factores, entre ellos la población y el tamaño del núcleo familiar, los cambios experimentados en las características físicas de las superficies terrestres, las pautas de comportamiento de los consumidores, las demandas de determinados sectores económicos (caso por ejemplo de las actividades turísticas), la composición química del agua y la logística de su almacenamiento y transporte. Asimismo han de tenerse en cuenta los problemas ligados al cambio climático, que pueden incluir inundaciones inesperadas, olas de calor y periodos de escasez.
Para prevenir crisis hídricas en las ciudades, es preciso gestionar eficazmente los recursos hídricos en cada una de las fases: desde el suministro de agua limpia hasta los diferentes usos por parte de los consumidores. Ello podría suponer tanto una reducción del consumo como nuevos métodos de recogida y utilización del agua. A su vez, la gestión hídrica debería integrarse mejor en la gestión urbana a mayor escala, teniendo en cuenta las características del entorno local.
Está demostrado que solo a través de los progresos tecnológicos y los nuevos sistemas de tarificación ya es posible reducir significativamente el consumo de agua en los hogares, que ronda entre el 60 y el 80 % del suministro público de agua en toda Europa. Las mejoras tecnológicas introducidas en los electrodomésticos, como por ejemplo las lavadoras y los lavavajillas, han contribuido a reducir el consumo de agua sin requerir un cambio de conducta o una especial concienciación en materias relacionadas con el agua.
También es posible obtener mejoras más significativas modificando las modalidades de utilización del agua para la higiene personal, que actualmente equivale al 60 % del consumo de agua en los hogares. Por ejemplo, los dispositivos para ahorrar agua en las cisternas de los inodoros constituyen un método económico y sencillo que permite reducir el agua utilizada en un litro por descarga. También pequeños ajustes en las duchas, como por ejemplo la ventilación del flujo de agua, permiten obtener ahorros hídricos.
Como establece la"Directiva marco sobre el agua de la UE, vincular el precio del agua al volumen de agua consumida puede constituir un incentivo para un uso más sostenible del agua. En Inglaterra y Gales, los residentes en casas con contador consumen un 13 % menos que los habitantes de casas sin contador.
Sólo el 20 % del agua utilizada por los distintos sectores que reciben suministro público se consume realmente. El restante 80 % vuelve al medio ambiente, principalmente en forma de aguas residuales depuradas. Las superficies urbanas hormigonadas y selladas suelen dirigir el agua de lluvia hacia las redes de alcantarillado, donde se mezcla con las aguas residuales. Esto impide que las precipitaciones se infiltren en el suelo y se integren en nuestras reservas de agua subterránea utilizables en un futuro. Las escorrentías y las aguas residuales a menudo pasan por depuradoras de agua antes de ser devueltas a los ríos, por lo general lejos de las ciudades. Bastarían algunos cambios en los sistemas hídricos urbanos para que tanto el agua de lluvia como las aguas residuales menos contaminadas pudieran ser devueltas a los consumidores de agua en las ciudades.
Uno de estos cambios es la reutilización de las aguas grises. Se entiende por aguas grises todas las aguas residuales domésticas no originadas en los retretes, como el agua de bañeras, duchas, lavabos y cocinas. Este agua puede ser tratada directamente sobre el terreno o no ser tratada y destinarse a fines que no exijan agua potable, por ejemplo para las cisternas de los retretes.
En las ciudades también sería posible recoger en tanques el agua de canalones y cunetas y reutilizarla para usos que no precisan de agua potable, como las cisternas de los retretes, el lavado de automóviles o la jardinería. Asimismo podría destinarse directamente a realimentar aguas subterráneas. Sistemas de este tipo pueden ser instalados en hogares o empresas y no requieren cambios en las pautas de consumo de los usuarios. Sin embargo, aún cabe adoptar otras medidas para mejorar el suministro hídrico antes de que llegue a los hogares.
Mantener el agua dentro de la ciudad, permitiendo que se infiltre en el suelo y se acumule en las masas hídricas presenta muchas ventajas, como por ejemplo un espacio recreativo para los residentes locales y un efecto refrigerante durante las olas de calor.
(c) ABC Open Wide Bay | flickr.com
Las pérdidas de agua provocadas por fugas pueden ser considerables; en Croacia, casi el 40 % del suministro total de agua se pierde en la red de transporte hídrico. Las fugas pueden prevenirse mediante el mantenimiento y la renovación de la red hídrica, así como mediante el uso de nuevas tecnologías. Tales tecnologías pueden incluir sensores que reconocen y localizan el ruido de una fuga o dispositivos a modo de señales de radio que detectan la presencia de agua corriente. Con la aplicación de este tipo de tecnologías, los sistemas públicos de agua ya no tendrían que hacer frente a la carga adicional que suponen las pérdidas de agua provocadas por fugas cuando satisfacen la demanda de agua con un suministro limitado. Sin embargo, renovar las redes de distribución de agua podría exigir importantes inversiones en infraestructuras.
Lograr una utilización más sostenible del suministro público de agua en las ciudades no exige únicamente aplicar medidas como las descritas anteriormente, sino también sensibilizar a la población sobre la necesidad de ahorrar agua.
Son varios los métodos disponibles para informar a los consumidores domésticos, empresariales y turísticos, como páginas web, programas de educación escolar, folletos de autoridades locales y medios de comunicación de masas. El etiquetado ecológico de los electrodomésticos y la certificación ecológica de los hoteles también pueden jugar un papel determinante a la hora de concienciar a los consumidores y ayudarles a tomar decisiones bien informadas que favorezcan tanto un consumo más eficiente como un ahorro de agua.
No será posible lograr un consumo realmente sostenible de los recursos hídricos sin unas mejoras adicionales en la sostenibilidad del consumo de agua en las ciudades.
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