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Ha pasado exactamente un año desde que muchos países de Europa y de todo el mundo impusieron restricciones para frenar la propagación del coronavirus. La COVID-19 ha supuesto un enorme coste social y económico. Hasta la fecha, se han contagiado más de 120 millones de personas en todo el mundo y más de 2,6 millones han perdido la vida, siendo algunos grupos vulnerables, como las personas mayores, los más afectados. La pandemia también ha golpeado duramente a muchos sectores económicos (como el turismo, las actividades culturales, la restauración) y a los medios de subsistencia de las personas que dependen de ellos. Han cambiado muchos aspectos de nuestras vidas, como las interacciones sociales o las rutinas diarias (cómo y dónde trabajamos o asistimos a clases).
Un año después, nos enfrentamos a una crisis sanitaria y económica y a una sociedad caracterizada por una fatiga pandémica. La Unión Europea y los Estados miembros han tomado medidas para mitigar algunos de estos efectos negativos mediante la implantación de iniciativas de apoyo. Europa ha optado por dar prioridad a la salud de su ciudadanía y a la reducción de la pérdida de vidas. Y el tiempo es oro: la propagación de variantes se combate a través de los programas de vacunación en una lucha contrarreloj con la esperanza de que nuestras sociedades puedan volver a algún tipo de «normalidad» en los próximos meses. Todavía no estamos seguros de cuánto durará esto y cómo pagarán las generaciones futuras el aumento de la deuda.
Ante este trasfondo, la UE avanza hacia la sostenibilidad. Poco antes de los confinamientos impuestos a causa del coronavirus, la Comisión Europea había anunciado la puesta en marcha del Pacto Verde Europeo, un programa político global cuyo objetivo es lograr una economía neutra en carbono y sostenible de aquí a 2050 mediante una «transición justa», que garantice que «ninguna persona ni lugar queden excluídos». El Pacto Verde Europeo es la respuesta de Europa a la crisis climática y de biodiversidad.
Estos objetivos generales se traducen en diversos paquetes de medidas, entre otros, la Estrategia de la UE sobre la biodiversidad de aquí a 2030, la Estrategia «De la Granja a la Mesa», el Plan de Acción para la Economía Circular, la Estrategia de Emisiones Industriales, la Ley del Clima y el Pacto por el Clima. En febrero, se propuso otro acto legislativo esencial, la Estrategia de adaptación al cambio climático a escala de la UE, cuyo objetivo es permitir una adaptación más inteligente, rápida y sistemática. Seguirán presentándose otras iniciativas, como la Estrategia para las sustancias químicas, el Plan de acción de contaminación cero para el aire, el agua y el suelo, y un paquete de medidas «objetivo 55» a fin de reducir, como mínimo, un 55 % las emisiones de aquí a 2030.
La Agencia Europea de Medio Ambiente sustenta estas políticas ofreciendo datos, evaluaciones y plataformas de información fiables. Nuestro trabajo abarca una amplia variedad de temas y sistemas, como la calidad del aire, los sistemas de movilidad, las emisiones de gases de efecto invernadero, los efectos del cambio climático en la salud y el análisis de los ecosistemas. En estos ámbitos, destacamos los avances e identificamos dónde es necesario realizar un esfuerzo adicional y transmitimos nuestros datos y conocimientos a los responsables políticos pertinentes y al público en general..
Cuando compartimos nuestras conclusiones o anunciamos una nueva propuesta política, surge una y otra vez la misma pregunta: ¿es suficiente todo lo que estamos haciendo? ¿Son suficientes los objetivos establecidos en la propuesta? ¿Pueden Europa o los Estados miembros hacer más? Podría decirse que nunca es suficiente y se podría hacer más. Sin embargo, esta simple respuesta ignoraría la complejidad de las cuestiones a las que nos enfrentamos.
El establecimiento de objetivos inalcanzables y poco realistas en Europa o en el mundo, o que no vayan acompañados de instrumentos para alcanzarlos o que supervisen los avances, solo socava la confianza en estos procesos. Por otra parte, según la ciencia, lo que necesitamos son políticas ambiciosas. Necesitamos políticas que estimulen la aceleración y la ampliación de las soluciones innovadoras. Los datos sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, por ejemplo, ya muestran que es necesario hacer un esfuerzo adicional significativo para reducir las emisiones, o que hemos alcanzado algunos objetivos en la designación de zonas protegidas en el medio marino, pero siguen preocupando cuestiones relacionadas con la biodiversidad. La cuestión fundamental no es necesariamente saber si los objetivos son lo suficientemente ambiciosos o tenemos que hacer más de lo mismo, sino qué tenemos que hacer de otro modo para estar seguros de que alcanzamos esos objetivos
Otro factor es el tiempo. La sostenibilidad no puede lograrse de la noche a la mañana. Requiere tiempo y una serie de medidas políticas que deben estar orientadas hacia el mismo objetivo. Algunas medidas sobre los cambios en el planteamiento podrían haber sido más evidentes y de mayor alcance.
También está claro que esta transición hacia una Europa sostenible afectará a algunos grupos más que a otros, al igual que ocurre con el coronavirus o los riesgos medioambientales, como la contaminación atmosférica o el impacto climático. Algunos tenemos más probabilidad de que nos afecte y ser más vulnerables. La UE en su conjunto podría ser más explícita sobre la dimensión social y podría esforzarse en abordar estas desigualdades sociales.
No obstante, es admirable que la Unión Europea y los Estados miembros estén coordinados para alcanzar los mismos objetivos del Pacto Verde Europeo y sigan avanzando a pesar de la actual crisis sanitaria y económica. El Pacto Verde Europeo ha sido extraordinariamente resiliente a la COVID.
Los científicos y los centros de conocimiento son capaces de modelar el futuro o elaborar escenarios. Pero, a fin de cuentas, no se trata de predecir el futuro, sino de configurar la Europa del futuro, alcanzar la sociedad en la que queremos vivir transformando la sociedad en la que vivimos. Debe ser una sociedad basada en la solidaridad, que nos proporcione un entorno saludable para todos y resiliente a futuras perturbaciones -parecido a como debe ser el mundo.
En este contexto, es muy oportuno que los líderes europeos, incluidos David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, António Costa, primer ministro de Portugal en nombre de la Presidencia del Consejo, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, anunciaran la semana pasada la Conferencia sobre el Futuro de Europa, e invitaran a personas de todos los rincones de Europa a compartir sus ideas para contribuir a dar forma a la Europa del mañana. La Conferencia ayudará a construir una Europa más resiliente que se centre en el medio ambiente, el bienestar y la salud de la ciudadanía europea.
Hans Bruyninckx
Director ejecutivo de la AEMA
Editorial publicado en la edición de marzo de 2021 del boletín de la AEMA 01/2021
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