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El suelo es un recurso finito no renovable que continúa degradándose, con lo que resulta afectada su capacidad de funcionamiento y de prestación de servicios. La agricultura, la producción de biomasa y de biocombustibles, el almacenamiento de carbono, la preservación de la biodiversidad del suelo, el filtrado del agua, el reciclado de nutrientes y el abastecimiento de materias primas se ven sometidos a una presión cada vez mayor. También el patrimonio natural y arqueológico del suelo se ve en peligro.
Son varios los procesos que contribuyen a esta degradación del suelo, como la erosión, la disminución del contenido orgánico, y la contaminación y el sellado del suelo (su recubrimiento con superficies impermeables, es decir, su impermeabilización). Todos estos procesos están provocados por actividades humanas, como la ocupación del suelo, la intensidad de su uso (reflejada, entre otras cosas, en el volumen de nutrientes utilizados en las tierras cultivables) y el abandono de tierras. Estos procesos ejercen sus efectos sobre las principales dimensiones del terreno: la ocupación y uso del propio terreno, la vegetación y el suelo. Estas dimensiones, a su vez, determinan las reservas y el funcionamiento de los recursos, y los consiguientes flujos de bienes y servicios. Afectan además al valor intrínseco del terreno y a su contribución a la salud y bienestar humanos.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas deben completarse con metas para medir los esfuerzos globales llevados a cabo en relación con los problemas del suelo. En este contexto, se introdujo en 2012 la Iniciativa global sobre indicadores relativos a la tierra, para elaborar un conjunto de indicadores sobre la tierra aplicables a nivel mundial y comparables a largo plazo. La iniciativa, centrada inicialmente en los derechos sobre la tierra, trata asimismo de influir en la agenda global posterior a 2015. Entre los indicadores propuestos falta, sin embargo, el componente medioambiental. Para colmar esta laguna, la AEMA y el Instituto de Estudios Avanzados sobre Sostenibilidad presentaron una Propuesta de indicadores relativos a la tierra y al suelo para medir el cumplimiento de los ODS, referidos a los cambios en la ocupación y uso del suelo, a la productividad de la tierra y al contenido de carbono orgánico del suelo.
Contribuimos con nuestro trabajo al desarrollo de la política de la UE en materia de tierra y de suelo. Tenemos un ejemplo de ello en la reciente evaluación europea de la capacidad del suelo para prestar servicios ecosistémicos. Nuestro Programa de trabajo plurianual incluye asimismo la eficiencia en el uso de la tierra como recurso, la evaluación de los ecosistemas y la contabilización del capital natural.
La eficiencia en el uso del suelo como recurso estudia el equilibrio entre la oferta del suelo y las demandas funcionales a que se ve sometida esta. Reconoce que el suelo es finito y no renovable, y considera cómo afectan los cambios en su ocupación, como por ejemplo los cambios en infraestructuras o industriales, a los servicios que puede prestar. Incluye asimismo el reciclado de tierras como respuesta a su ocupación, promoviendo la reutilización de las que han sido desarrolladas pero abandonadas después.
Los trabajos de la AEMA sobre el equilibrio de nutrientes del suelo, como el nitrógeno y el fósforo, o sobre metales como el cobre, cinc, cadmio y plomo, se enmarcan en los proyectos de evaluación de los ecosistemas y de contabilización del capital. En 2014 se hizo la contabilidad en la UE y los Estados miembros, y en la actualidad se están estudiando los excesos en las emisiones y deposiciones de amoniaco por encima de la carga crítica, que afectan a la biodiversidad, la lixiviación y las filtraciones de nitrógeno y fósforo en las aguas subterráneas y superficiales, así como la absorción de cadmio en relación con la calidad de los alimentos.
Sobre todos estos temas la AEMA necesita datos armonizados que permitan su comparación entre los distintos países europeos. La AEMA colabora a este respecto con el Centro Común de Investigación (CCI), que recoge datos sobre el suelo en ejecución del mandato del Centro Europeo de Datos del Suelo. Los datos sobre la ocupación y uso del suelo de las observaciones por satélite de la base de datos Corine Land Cover (CLC) y de las Capas de Alta Resolución (HRL), que tienen también en cuenta la impermeabilización.
Para aumentar la visibilidad de la tierra y del suelo, la AEMA ha desarrollado asimismo un grupo de indicadores temáticos. Se trata de indicadores relativos a la ocupación de la tierra, la impermeabilización, la gestión de sitios contaminados y la fragmentación del terreno, así como indicadores derivados de los trabajos sobre cambio climático, como los referidos a la materia orgánica del suelo, erosión del suelo y humedad del suelo.
La política de la UE en materia de tierra y suelo se encuentra fragmentada y las disposiciones existentes en los programas medioambientales, agrícolas o regionales no están coordinadas ni son lo suficientemente amplias. La Estrategia temática para la protección del suelo de 2006 es un documento de orientación que explica la necesidad de plantear una nueva acción que permita conseguir un elevado nivel de protección de las funciones del suelo y el uso sostenible del mismo. No obstante, el pasado año se retiró una Directiva marco sobre el suelo propuesta en 2006.
La Comisión Europea tiene previsto estudiar las actuales políticas de la UE y nacionales sobre el suelo, su eficacia y coherencia y las posibles lagunas existentes. Esta actuación se llevará a cabo en respuesta al VII Programa de acción en materia de medio ambiente, en el que la UE se compromete al uso y gestión sostenible y a la protección del suelo, y propone los mejores métodos a tal fin basándose en los principios de proporcionalidad y subsidiariedad.
Se prevé que los Estados miembros de las Naciones Unidas alcanzarán en septiembre un acuerdo global sobre los ODS. En su redacción actual, varios de estos objetivos hacen referencia a la tierra y al suelo. No obstante, invertir la tendencia general a la pérdida de recursos de la tierra y del suelo dependerá de la aplicación práctica de los ODS a escala nacional y subnacional.
Geertrui Louwagie
Entrevista publicada en el número 2015/2 del Boletín de la AEMA, junio de 2015.
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