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Hoy, cincuenta años más tarde, nos enfrentamos posiblemente a las amenazas existenciales más graves a las que se ha enfrentado la sociedad moderna: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación galopante y el agotamiento de los recursos de la Tierra, todo combinado con una desigualdad profundamente inmoral en todo el mundo. En casi todas partes se ha legislado e institucionalizado la política medioambiental, sabemos más sobre ciencia y tecnología, estamos más concienciados y hemos creado una vasta infraestructura de gobernanza mundial. Sin embargo, no hemos logrado hacer frente a la fundamental falta de sostenibilidad de nuestro modelo económico dominante y de sus sistemas de producción y consumo.
Como afirma el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Frans Timmermans, «el modelo está roto; necesitamos un nuevo modelo».
Tres generaciones de objetivos globales —desde la Agenda 21 hasta los Objetivos de Desarrollo del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible— no han servido para cambiar el fondo de esta situación. No solo tenemos que hacer las cosas mejor, sobre todo tenemos que hacerlas de forma diferente.
La Unión Europea ha asumido el liderazgo en la respuesta a estas crisis mediante la formulación del Pacto Verde Europeo. Se trata sin duda alguna de la estrategia política más ambiciosa, integrada, sistémica y orientada al futuro jamás formulada, no solo en Europa, sino en todo el mundo. Supone un verdadero punto de inflexión: conecta los objetivos medioambientales y climáticos con el plano social y económico, sin olvidarse de la interacción con el mundo financiero y el futuro industrial de Europa de maneras impensables en la UE hasta hace poco.
También es notable que el Pacto Verde Europeo haya seguido marcando la agenda a pesar del panorama al que nos hemos enfrentado con la crisis de la COVID, la guerra de Ucrania, las graves presiones sobre nuestra economía y las finanzas públicas y las tensiones sociales en Europa. En algunos ámbitos, estas crisis incluso han reforzado la necesidad de un cambio urgente, como en el caso de la transición energética, la orientación de los presupuestos y la financiación europeos y la transición justa. En nuestras investigaciones, vemos las consecuencias de vivir en un mundo «VUCA» (volátil, incierto, complejo y ambiguo, por sus siglas en inglés). Se presta más atención a la investigación sistémica, la producción de conocimientos orientados a la acción, el conocimiento prospectivo y, en especial, a la interfaz entre ciencia y política con el fin de responder a las situaciones de crisis. Estas crisis también han estimulado un mayor debate sobre el papel de Europa en el mundo y las dimensiones de sostenibilidad externa de de nuestro modelo.
Al mismo tiempo, han surgido diversos argumentos que ponen freno a las aspiraciones ecológicas de Europa e ignoran la apremiante necesidad de abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el uso insostenible de los recursos. El plan de trabajo anual de la Comisión Europea para 2023 es inusualmente claro a este respecto: necesitamos acelerar la transición sistémica de nuestras sociedades.
Ralentizar la transición o reducir las ambiciones está empeorando la situación, por lo tanto, es una irresponsabilidad y solo traslada el problema a las futuras generaciones.
Volviendo a mi padre, era un europeo convencido. Creía en el proyecto político único de un continente que ha sido testigo de un sinfín de guerras a lo largo de los siglos. Para él, Europa era mucho más que un mercado libre. Se habría emocionado y entusiasmado con el Pacto Verde Europeo (y no solo porque menciona el informe insignia de la Agencia SOER 2020 como base de conocimientos). Sin embargo, habría estado igualmente preocupado por el tiempo perdido y las miras estrechas y cortoplacistas de quienes intentan reducir las aspiraciones verdes o de quienes aún piensan que podemos construir un futuro en un planeta que estamos agotando, contaminando y destruyendo.
Citando a Jean Monnet, cuando le preguntaban si era optimista, «no soy ni pesimista ni optimista. Tengo determinación». La implementación del Pacto Verde Europeo probablemente requerirá más determinación en las próximas décadas que la que se necesitó en los últimos cuatro años para formularlo y legislarlo.
A lo largo de la última década, he tenido el enorme placer de trabajar en la AEMA con compañeros profundamente comprometidos y socios igualmente implicados de nuestra red y otras redes europeas de profesionales del más alto nivel. Desde aquí les hago llegar mi más sincero reconocimiento y les doy gracias por este privilegio.
¡Que siempre nos acompañe una profunda determinación personal y colectiva!.
Hans Bruyninckx
Director ejecutivo de la AEMA
Editorial publicado en el n.º 1/2023 del Boletín de la AEMA, marzo de 2023
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