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Los terrenos agrícolas desempeñan un papel importante en los patrones de uso del suelo en toda la UE. Los prados y las tierras de cultivo constituyen el 39 % de la ocupación del suelo de Europa (AEMA, 2017a). El sector agrícola es un usuario importante de recursos naturales y tiene una relación compleja con el medio ambiente (OCDE, 2017). Los siguientes datos reflejan el comportamiento y la repercusión del sector agrícola en la UE:
Dos de los desafíos principales a los que se enfrenta la agricultura en Europa son el cambio climático (AEMA, 2017c) y la ocupación de terrenos, es decir, la conversión de tierras, por ejemplo, a asentamientos e infraestructura (AEMA, 2017a). El cambio climático requiere la adaptación de las variedades de cultivo y provoca fenómenos meteorológicos extremos (para obtener más información sobre la adaptación climática, véase el trabajo de la AEMA en este ámbito o la plataforma Climate-ADAPT) y, por lo tanto, exige una gestión de riesgos exhaustiva. La ocupación de terrenos provoca la reducción de las tierras agrícolas en muchas regiones.
Pese a que el desarrollo del sector agrícola depende de muchos factores y de variaciones regionales en el sector, se pueden observar algunas tendencias clave a escala europea. La proporción total de tierras consideradas terrenos agrícolas está disminuyendo y el sector se ve afectado por la ocupación de terrenos, es decir la transformación a terrenos artificiales. Independientemente de esto, el número de explotaciones está decreciendo y el tamaño medio de las explotaciones aumentando.
Los tres factores —la ocupación de terrenos, la intensificación y la extensificación— conducen a la pérdida de tierras agrícolas de alto valor natural y a la reducción de las poblaciones de aves de los hábitats agrícolas.
En los últimos años, el sector agrícola se ha visto cada vez más afectado por los fenómenos climatológicos extremos. Las granizadas, las fuertes lluvias, las inundaciones y las sequías, provocadas por el cambio climático, han reducido los rendimientos (AEMA, 2017c).
El desarrollo del sector agrícola depende en gran medida de la Política Agrícola Común (PAC) de la UE (véase Köster, 2010). Desde su creación a mediados del siglo XX, la política agrícola de la UE ha tenido una fuerte dimensión económica. Sin embargo, durante los últimos cincuenta años se ha observado un cambio en el tipo de subvenciones concedidas y una transformación que ha ido de una primera política centrada en el sector a una política de desarrollo rural más integrada con medidas estructurales y agroambientales. En la actualidad, la PAC consta de dos pilares principales: el pilar 1, que incluye los pagos directos a los agricultores y las intervenciones del mercado, y el pilar 2, que financia los programas de desarrollo rural.
En el período 2010-2014, el porcentaje medio de subvenciones de la UE en la renta de los factores agrícolas[1] superaba el 35 % y el de los pagos directos a los agricultores ascendía al 28 %. Estas cifras iban desde más del 90 % (subvenciones totales) y alrededor del 45 % (pagos directos) en Eslovaquia hasta aproximadamente el 15 % y el 12 % en los Países Bajos (EPRS, 2017). La propuesta legislativa de la Comisión Europea para la PAC a partir de 2020 se publicó en junio de 2018. Procura orientarse más hacia el rendimiento, al tiempo que contempla la contribución a las metas y las ambiciones medioambientales y climáticas.
La producción agrícola también está enmarcada en otras políticas internacionales y de la UE, algunas de las cuales, como la Directiva sobre nitratos y la Directiva marco del agua, ya se reflejan en la arquitectura de la PAC. Asimismo, las políticas energéticas y climáticas, por ejemplo, también han impulsado el aumento del cultivo vegetal con fines energéticos en la última década (OCDE/FAO, 2017).
Además, el sector desempeña un papel importante a la hora de alcanzar los objetivos de la Estrategia de la UE sobre la Biodiversidad y los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
La AEMA colabora con otras organizaciones de la UE, por ejemplo, a la hora de recopilar un conjunto común de indicadores agroambientales (IAA). Los datos de la AEMA se utilizan en el seguimiento y la evaluación de la PAC, por ejemplo, a modo de aportación para la recopilación de algunos de los llamados indicadores de contexto. Con la participación en el servicio de vigilancia terrestre de Copernicus, la AEMA estudia oportunidades para utilizar cada vez más los datos de Copernicus para las evaluaciones agroambientales. Asimismo, procura satisfacer las necesidades del sector agrícola relativas a productos y datos de observación de la Tierra, por ejemplo, la aplicación de tecnologías agrícolas de precisión.
Además de colaborar estrechamente con otras organizaciones de la UE, la AEMA trabaja con los centros nacionales de referencia en el ámbito del medio ambiente y la agricultura. Estos centros constituyen una parte inherente de la Red Europea de Información y de Observación sobre el Medio Ambiente de la AEMA (Eionet), en la cual los treinta y nueve países de la AEMA están representados. También existen sinergias con la labor de otras organizaciones internacionales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Asimismo, la AEMA colabora con la comunidad científica y con grupos de expertos, por ejemplo con equipos de proyectos financiados en el marco del programa Horizonte 2020.
El informe de la AEMA «Food in a green light» publicado recientemente aborda el consumo y la producción alimenticios desde el punto de vista de un sistema alimentario.
[1] La renta de los factores agrícolas mide la remuneración de todos los factores de producción (tierra, capital, mano de obra), independientemente de si son propiedad de la explotación o no. Representa el valor total generado por una explotación agrícola que se dedica a una actividad productiva y se define como el valor de la producción menos los costes variables, la depreciación y los impuestos sobre la producción, más las subvenciones para la producción. (Basado en la DG AGRI, 2017)
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