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El mercurio está presente de forma natural en el medio ambiente, pero por lo general los minerales lo contienen de forma segura y no presenta ningún riesgo significativo. El problema surge con la actividad humana, que libera al medio ambiente grandes cantidades de mercurio que puede seguir circulando libremente durante miles de años. La preocupación primordial viene dada por el mercurio en el agua y los sedimentos, pues se encuentra en una forma muy tóxica que los animales pueden ingerir fácilmente, y de esta manera llega a la cadena alimentaria humana. La Organización Mundial de la Salud ha identificado diez sustancias químicas que constituyen un problema grave para la salud pública, y cuatro de ellos son metales pesados: el cadmio, el mercurio, el plomo y el arsénico.
El legado del uso del mercurio por la humanidad ha dado lugar a la liberación de cientos de miles de toneladas de mercurio al medio ambiente. En la actualidad, los niveles de mercurio de la atmósfera son un 500 % superiores a los niveles naturales. En los océanos, los niveles de mercurio son en torno a un 200 % superiores a los niveles naturales.
Los usos actuales del mercurio varían de unos lugares del mundo a otros. En Europa, el uso del mercurio está muy limitado y en los próximos años se centrará principalmente en los empastes dentales, pues el uso industrial del mercurio está prohibido. En otras partes del mundo el mercurio se sigue utilizando mucho en actividades industriales y en la extracción de oro a pequeña escala.
Una de las fuentes más destacadas de contaminación por mercurio de Europa y de todo el mundo es la quema de combustibles sólidos, como el carbón, el lignito, la turba y la madera, tanto a escala industrial como en entornos domésticos. Al arder, dichos combustibles liberan al medio ambiente las pequeñas cantidades de mercurio que contienen. Estas pequeñas cantidades son la principal fuente de emisiones de mercurio en Europa y se producen en actividades como la generación de energía, la fabricación de cemento o la producción de metales.
La vía más importante de exposición humana al mercurio es el consumo de pescado y marisco. El mercurio que ingieren los animales marinos permanece en sus organismos y se acumula con el tiempo. Los grandes depredadores marinos suelen presentar concentraciones de mercurio más elevadas, pues consumen animales más pequeños que ya han ingerido mercurio. Por tanto, comer depredadores grandes, como el atún o el pez espada, supone una ingesta de mercurio mayor que comer pescado pequeño, que se encuentra en un nivel inferior de la cadena alimentaria.
Los efectos en la salud dependen de la cantidad, pero la mayor preocupación es el efecto del mercurio en el feto y en los niños pequeños. Si la madre consume pescado o marisco, la exposición al mercurio se puede producir en el útero. Esta exposición puede ser considerable y tener efectos de por vida en el cerebro y el sistema nervioso en desarrollo del bebé, susceptibles de afectar a la memoria, el lenguaje, la atención y otras capacidades. Se calcula que solo en Europa nacen cada año más de 1,8 millones de niños con niveles de mercurio que superan los límites de seguridad recomendados.
A lo largo de la historia, Europa ha usado y emitido mercurio en cantidades importantes, pero los notables esfuerzos legislativos realizados durante los últimos cuarenta años han reducido considerablemente su uso y sus emisiones al medio ambiente. En el resto del mundo, el uso del mercurio y las emisiones de este metal han ido aumentando a medida que avanzaban el desarrollo económico y la industrialización. Como principales fuentes de las emisiones cabe citar la combustión del carbón y la extracción artesanal de oro a pequeña escala.
En octubre de 2013 se adoptó un primer acuerdo global internacional para abordar el problema del mercurio, el Convenio de Minamata . Este Convenio fue ratificado por 98 partes y entró en vigor en 2017. Si bien aún es demasiado pronto para evaluar su impacto, constituye un importante paso hacia la acción global concertada para reducir la contaminación por mercurio.
En Europa ya no se extrae mercurio, y en los próximos años la demanda seguirá disminuyendo. Las emisiones de mercurio en Europa procederán en gran parte de la combustión, principalmente de combustibles sólidos como el carbón, la turba, el lignito y la madera.
La mayor fuente global de mercurio es la extracción de oro a pequeña escala. Esta actividad la realizan particulares o pequeños grupos de personas que extraen el oro de manera relativamente sencilla y a bajo coste, por lo general en entornos no regulados. Se estima que más de un tercio de las emisiones globales de mercurio corresponde a esta fuente, por lo que centrarse en este ámbito introduciendo tecnologías alternativas más seguras podría reducir considerablemente su uso y sus emisiones globales.
Pese a las reducciones en el uso y las emisiones de mercurio conseguidas en regiones como Europa y América del Norte, es probable que los niveles de mercurio de nuestro medio ambiente sigan siendo elevados durante mucho tiempo, debido a la larga vida de este metal en el medio ambiente y a que en otras regiones las emisiones siguen creciendo. Además, estas emisiones pueden recorrer largas distancias. De hecho, alrededor de la mitad del mercurio que se deposita en Europa procede de fuera del continente.
La AEMA compila información sobre las emisiones de mercurio al aire y al agua procedentes de actividades industriales, por medio del registro europeo de emisiones y transferencias de contaminantes (PRTR europeo, por sus siglas en inglés), así como estimaciones de las emisiones al aire procedentes de una gran variedad de fuentes, atendiendo a la legislación de la UE y a los acuerdos internacionales.
Asimismo, la AEMA recopila datos sobre los niveles de contaminantes según la Directiva marco del agua. Los últimos datos disponibles publicados por la AEMA en un informe del estado del agua indican que casi 46 000 masas de agua superficial de Europa no cumplen los límites establecidos para el mercurio en dicha Directiva.
Además, la AEMA participa en el proyecto de monitorización de parámetros biológicos humanos de la UE (HBM4EU, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es desarrollar elementos que demuestren de manera más contundente la exposición real de los ciudadanos a las sustancias químicas, incluido el mercurio, y sus posibles efectos en la salud.
Toda esta información nos ayuda a llevar un seguimiento de los avances logrados por las políticas europeas existentes y orienta el desarrollo de nuevas políticas en ámbitos como la regulación industrial y las sustancias químicas, además de servir para respaldar los objetivos del Convenio de Minamata.
Estos datos figuran en un nuevo informe publicado por la AEMA, «Mercury in the environment» (El mercurio en el medio ambiente), que ofrece una visión completa de todas estas cuestiones sanitarias y medioambientales, así como de las políticas relacionadas con el mercurio.
Todos podemos hacer algo para reducir nuestra exposición al mercurio y para prevenir las emisiones de mercurio al medio ambiente. Por ejemplo, las autoridades nacionales responsables de la seguridad alimentaria suelen ofrecer información específica para que los ciudadanos aprovechen al máximo los beneficios que el consumo de pescado presenta para la salud a la vez que limitan su exposición al mercurio. Esta información incluye orientaciones sobre el consumo de pescado por las mujeres embarazadas y los niños pequeños.
También es fácil encontrar materiales que contienen mercurio, como pilas, lámparas y equipos eléctricos. Hemos de asegurarnos de que manejamos y desechamos estos materiales correctamente, para que el mercurio que contienen se pueda recuperar de forma segura y no acabe en el medio ambiente. Además, podemos reducir las emisiones de mercurio no utilizando combustibles sólidos para la calefacción doméstica, si existen otras alternativas. Y hemos de tener en cuenta que existen los empastes dentales sin mercurio, y que al optar por ellos reducimos el uso del mercurio.
Ian Marnane
Experto en uso sostenible de los recursos e industria
Agencia Europea de Medio Ambiente
Entrevista publicada en el número de septiembre de 2018 de EEA Newsletter 03/2018
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