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El 2 de diciembre de 2015 la Comisión Europea propuso un nuevo paquete legislativo en materia de economía circular. El paquete contempla diferentes fases del ciclo de vida extendido de un producto, desde la producción y el consumo, a la gestión de los residuos y a la comercialización de materias primas secundarias. Con las acciones propuestas se pretende beneficiar tanto al medio ambiente como a la economía y extraer el uso y valor máximos de todas las materias primas, productos y residuos, favoreciendo el ahorro energético y reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
A lo largo de las últimas décadas, la legislación destinada a proteger el medio ambiente ha evolucionado desde respuestas a cuestiones específicas a respuestas más integradas y sistémicas. El paquete de economía circular es uno de los últimos ejemplos de este tipo de respuestas políticas integradas y representa un paso significativo hacia la consecución del objetivo de la Unión Europea de «vivir bien, respetando los límites ecológicos del planeta».
Nuestro informe El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2015 (SOER2015) sitúa el punto de mira en el reto de la sostenibilidad que tenemos en la actualidad. Consumimos y extraemos más recursos, tanto en Europa como en todo el mundo, de los que nuestro planeta puede reemplazar en un periodo determinado. Por un lado, las actividades económicas contribuyen a mejorar el bienestar humano y a reducir la pobreza. Por otro, contaminan el medio ambiente, provocan el calentamiento del planeta, dañan la salud humana, al tiempo que debilitan la capacidad del planeta para generar los recursos que necesitamos. El cambio climático y las perspectivas de crecimiento demográfico hacen aún más urgente la necesidad de actuar de forma inmediata y global.
Si bien todavía no hay ningún país que haya sido capaz de «vivir bien» dentro de sus límites naturales, es cierto que hay algunos signos esperanzadores. La Unión Europea ha empezado a romper el vínculo entre el crecimiento económico y el consumo de energía y materias. Los europeos reciclan muchos más residuos domésticos y envían menos a los vertederos. Las industrias ecológicas (por ejemplo, el trabajo en energías renovables, el tratamiento de aguas residuales, el control de la contaminación del aire, etc.) han crecido de manera considerable durante la última década y han permitido crear puestos de trabajo a pesar de la reciente recesión.
Una economía circular trata de reducir la «entrada» de nuevos recursos, especialmente de recursos no renovables, para utilizar, reutilizar y poner en valor los recursos en la economía en la medida de lo posible, y de minimizar la «salida» de emisiones y residuos.
El mensaje es inequívoco: una potencial reducción de los residuos podría generar ventajas sustanciales para la economía y la salud humana. Mantener en uso los recursos ya extraídos no solo reduciría la dependencia de las materias primas (extraídas en el propio país o importadas), sino que además aumentaría la competitividad al tiempo que reduciría la presión medioambiental. Según un análisis preliminar realizado por la AEMA, los países europeos ya están dando pasos para mejorar la eficiencia en el uso de los recursos, debido principalmente a la preocupación en términos económicos que genera la dependencia en ellos.
La prevención, el reciclado y una mejor gestión de los residuos, en general, son factores determinantes para minimizar los flujos de entrada y salida de la economía. No obstante, cerrar el ciclo de los materiales no basta para evitar futuros impactos en el medio ambiente y la salud y el bienestar humanos. Los enfoques de la economía circular tienen que dejar atrás la gestión de los residuos, y facilitar una transición a la economía verde. Tenemos que replantearnos el modo en que producimos, consumimos y eliminamos los productos.
Para empezar, el ecodiseño resulta esencial para incrementar el potencial del reciclado y para prolongar la vida útil de los productos. Podemos diseñar los productos de modo que se puedan reparar fácilmente, que se puedan cambiar solamente las piezas que se estropeen y que podamos separar cómodamente sus componentes para reciclarlos del modo más adecuado.
Asimismo tenemos que tener en cuenta los aspectos relacionados con la salud y el medio ambiente de los materiales que utilizamos en nuestros productos. El ecodiseño también podría ayudar a sustituir los materiales que tienen un gran impacto medioambiental por otras alternativas mejores. Por ejemplo, está claro que la exposición a productos químicos peligrosos supone una seria preocupación para la salud humana. Podemos adoptar ciclos de materiales limpios para evitar la exposición humana a sustancias peligrosas y para proteger los ecosistemas de la contaminación química.
Del mismo modo, los biomateriales, como la madera, los cultivos o las fibras, pueden utilizarse para una amplia gama de productos y de necesidades energéticas. No obstante, resulta necesario analizar la potencial transición a los biomateriales teniendo en cuenta en qué medida pueden afectar al ecosistema y a la salud. Por ejemplo, la explotación forestal es limitada, y quemar madera para generar energía podría empeorar la calidad del aire.
La ecoinnovación y las soluciones innovadoras que fomentan la investigación son fundamentales para poder hacer la transición a una economía circular. La innovación no se limita solo a los procesos de producción. Se podrían fomentar y apoyar nuevos modelos de negocio. Existen ya numerosos ejemplos de soluciones innovadoras que proporcionan servicios en lugar de vender productos: por ejemplo, no es necesario tener un coche para poder satisfacer las necesidades de transporte. Estos modelos de negocio colaborativos que se centran en la provisión de servicios podrían beneficiarse de nuevos mecanismos de financiación, habida cuenta de que la inversión y el beneficio presentan un patrón temporal diferente.
En Europa los fondos públicos ya apoyan la ecoinnovación, pero pueden desempeñar un papel aun más importante del que tienen en la actualidad. Las inversiones en infraestructuras, investigación y ciudades podrían orientarse a facilitar la transición a una economía verde. Un fuerte compromiso con la sostenibilidad, respaldado por un claro marco financiero y reglamentario, envía la señal correcta a todas las partes interesadas.
Está claro que la transición hacia una economía verde y circular beneficiará a algunos grupos y sectores al tiempo que supondrá una presión para otros. Los responsables políticos tendrán que tener en cuenta consideraciones de equidad, tanto a escala europea como mundial, y ofrecer medidas de apoyo para facilitar y dirigir la transición socioeconómica necesaria.
Hans Bruyninckx
Director Ejecutivo de la AEMA
Editorial publicado en el número 2016/1 del Boletín de la AEMA, marzo de 2016
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