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No podemos evitar establecer paralelismos entre la pandemia, la crisis del clima y la crisis de la biodiversidad. Los científicos nos habían advertido de una pandemia (había escenarios bastante exactos), pero nadie sabía con certeza cómo se iba a desarrollar.
No podemos hacernos una idea exacta de un mundo que tiene entre dos y cuatro grados más de temperatura. No sabemos con seguridad cuáles serán los puntos de inflexión de ecosistemas completos. Lo que sí sabemos es que, a menos que adoptemos medidas decisivas y busquemos transiciones sistémicas, las perspectivas no son buenas y el tiempo se está agotando. Las pandemias pueden controlarse, eso esperamos, en un período de tiempo relativamente corto. Podría ser mucho más difícil revertir cualquier daño provocado al alcanzar un punto de inflexión en el cambio climático o en la degradación de la naturaleza.
Los vínculos entre estas crisis de ritmo rápido y lento y la contaminación están claros. La reducción de la contaminación del aire y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero siempre van de la mano. Si frenamos la contaminación del agua y del suelo, la naturaleza saldrá beneficiada. La reducción del uso de recursos y el paso a una economía circular también disminuirían la contaminación.
Muchas autoridades sanitarias han advertido a las personas con patologías previas que pueden ser más vulnerables a la COVID-19. Estas patologías previas incluyen las enfermedades respiratorias que, en algunos casos, son resultado de la mala calidad del aire o se agravan debido a ello.
Como consecuencia de las estrictas medidas de confinamiento, las concentraciones de algunos contaminantes importantes del aire disminuyeron drásticamente en muchas ciudades europeas. Si bien estos cambios bruscos no son deseables —no son un modelo de una transición bien gestionada—, mostraron que la calidad del aire de las ciudades puede mejorar espectacularmente reduciendo el tráfico rodado y cambiando nuestros actuales patrones de movilidad.
Las personas y las instituciones que hemos construido están conectadas para abordar de una manera eficiente los claros peligros actuales. Las catástrofes poco claras, invisibles o de ritmo lento son más difíciles de entender y de afrontar. La contaminación es uno de esos retos.
En la mayoría de los lugares de Europa, el aire no se ve, no se siente, ni huele mal ni tiene mal sabor. Sin embargo, cada año la contaminación del aire provoca muertes prematuras en casi un millón de europeos. En general, es seguro beber el agua del grifo en Europa. Podemos disfrutar de la pesca y de la natación en muchos de nuestros ríos, lagos y zonas costeras. Sin embargo, muchas de las masas de agua de Europa no están en buen estado. Los suelos de Europa todavía sufren por la contaminación que se emitió hace décadas o siglos.
Los problemas están claros, pero también debemos recordar que las medidas y las políticas para afrontar la contaminación han marcado la diferencia. El número de europeos que fallecen prematuramente como consecuencia de la mala calidad del aire es casi la mitad que a principios de la década de 1990. La industria europea es cada vez más limpia, con menos emisiones al aire y al agua. El tratamiento avanzado de las aguas residuales llega cada vez a más comunidades. Nuestras prácticas agrícolas están evolucionando lentamente.
Sin embargo, podemos y debemos hacer mucho más. Esto requerirá una mejor puesta en práctica de las actuales políticas y también la adopción de ambiciosos objetivos que muestren un camino hacia la neutralidad climática, la contaminación cero, la economía circular, una naturaleza sana y justicia social en esta transición fundamental hacia la sostenibilidad.
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha establecido un ambicioso programa con las prioridades políticas de su equipo para los próximos cinco años. El Pacto Verde Europeo y su objetivo de lograr una contaminación cero describen medidas que reflejan la demanda de los ciudadanos europeos de abordar las crisis del clima y de la biodiversidad y garantizan al mismo tiempo una transición justa en la que nadie se quede atrás. Se trata de un programa que podría dejar un legado duradero en Europa.
El trabajo de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) ha mostrado que nuestros sistemas no sostenibles de producción y consumo (especialmente los relacionados con la alimentación, la movilidad y la energía) son clave para nuestros retos de sostenibilidad, incluida la contaminación. Estos sistemas están profundamente enraizados en nuestra forma de vida y no pueden modificarse de la noche a la mañana, pero debemos avanzar en la dirección correcta y los objetivos tienen que adaptarse a las capacidades.
Por primera vez en la historia moderna, tenemos los medios para aspirar a generar calor y electricidad, desplazarnos y cultivar alimentos sin una contaminación nociva. Ya no tenemos que aceptar una contaminación que afecte a las personas y al medio ambiente como un efecto colateral inevitable del progreso.
Europa ha demostrado que podemos progresar con una legislación fuerte y vinculante. Cuando se prohíben las tecnologías perjudiciales, encontramos mejores formas de hacer las cosas. Aumentar los conocimientos y poner un precio lo suficientemente elevado a la contaminación han dado sus frutos. Hay muchos instrumentos políticos entre los que elegir y, siempre que el objetivo sea el correcto, encontraremos la manera de avanzar en la dirección apropiada.
La AEMA cuenta con profundos conocimientos y experiencia que ofrecer en el desafío de la contaminación y otros retos, así como soluciones para ellos. Señales de la AEMA 2020 ofrece un abanico de los temas que queremos abordar.
«Nunca más...» es una frase que la humanidad ha tenido que decirse demasiadas veces. Sin embargo, esta convicción de no repetir los errores del pasado y no permitir que se produzcan las mismas tragedias ha dado lugar a movimientos y a instituciones, como la Unión Europea, que han protegido a las personas y reforzado nuestras sociedades.
El plan de recuperación «Next Generation EU» tiene como objetivo reparar el daño económico y social que ha traído la pandemia del coronavirus. Gira en torno a las siguientes generaciones, nuestro futuro, y la reinvención de nuestra economía y nuestra sociedad de manera que se respeten los límites de nuestro planeta y se garantice el bienestar de la humanidad a largo plazo.
Pese a los avances de las últimas décadas, la emblemática evaluación de la AEMA El medio ambiente en Europa: Estado y perspectivas 2020» mostró claramente que Europa se enfrenta actualmente a desafíos medioambientales de una escala y emergencia sin precedentes. Debemos adoptar medidas urgentes en los próximos 10 años para proteger el medio ambiente, el clima y a las personas.
Hans Bruyninckx
Director ejecutivo de la AEMA
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