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La tierra que pisamos es mucho más que rocas, suelo y sedimentos. Cada metro cuadrado puede ser único en cuanto a composición, estructura y la vida que contiene y apoya. Algunos suelos cuentan con más rocas ricas en ciertos minerales; otros son ricos en residuos vegetales con bolsas de aire y agua.
El suelo suele ser un ámbito desatendido de la biodiversidad, pero incluso un pequeño trozo de tierra puede estar desbordante de vida, desde diminutos organismos hasta hongos y lombrices de tierra, y todos ellos desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento del ecosistema edáfico. También en este espacio, los nutrientes se transforman en materia disponible para las plantas, lo que permite a la biomasa formar y almacenar carbono. Además, en el suelo es donde nuestra futura agua potable comienza su trayectoria de purificación natural hacia las aguas subterráneas.
La forma en que usamos la tierra con frecuencia introduce sustancias adicionales en estos ecosistemas únicos para proteger cultivos seleccionados o añadir nutrientes. Los contaminantes que liberan la industria, el transporte y otras actividades económicas también pueden recorrer grandes distancias y llegar a los suelos, donde se diluyen y se depositan temporalmente. El suelo, un componente de la tierra, se considera contaminado cuando los contaminantes afectan negativamente a la salud humana o al medio ambiente.
En cada paso que damos, podríamos tener bajo nuestros pies mezclas y concentraciones de contaminantes muy distintas. La gran diversidad de contaminantes, suelos y condiciones climáticas y de uso de la tierra hace que resulte costoso vigilar y evaluar el grado total de contaminación de la tierra y del suelo. Nuestros conocimientos se basan principalmente en muestras de campo de diferentes países.
Necesitamos la agricultura para cultivar nuestros alimentos, pero algunas prácticas agrícolas no sostenibles continúan contaminando el suelo.
Las plantas requieren, entre otras cosas, nutrientes para crecer y la agricultura intensiva puede agotar los nutrientes del suelo más deprisa de lo que los repone la naturaleza. Los abonos actúan compensando esta carencia mediante la introducción de nutrientes adicionales. Lamentablemente, a menudo las plantas no absorben la totalidad de la cantidad y el excedente que se encuentra inicialmente en el suelo termina, tarde o temprano, en los lagos y en los ríos. Una vez en el agua, el nitrógeno sobrante suele producir un crecimiento excesivo de plantas y algas, cuya descomposición puede reducir drásticamente los niveles de oxígeno en el agua, dañando a especies de plantas y animales de ese ecosistema.
Durante décadas, el cobre se ha usado ampliamente como fungicida en viñedos y huertos. Un reciente estudio a gran escala mostró que las concentraciones de cobre en los viñedos eran tres veces superiores a la media de los suelos de Europa. El cobre también se añade al pienso animal y se introduce en el medio ambiente cuando se extiende el abono sobre los pastos y otras tierras agrícolas.
El cadmio es otro metal muy tóxico que se encuentra en los abonos minerales fosforados. Algunos «abonos orgánicos», como los lodos residuales, el estiércol, los abonos orgánicos y los biorresiduos, también pueden introducir una amplia mezcla de metales pesados y contaminantes orgánicos si no están bien regulados.
Las sustancias químicas procedentes del uso a largo plazo de plaguicidas también se encuentran en muestras de suelo de toda Europa. Más del 80 % de los suelos analizados en un estudio contenían residuos de plaguicidas, y el 58 % contenían dos o más tipos de residuos.
Las prácticas agrícolas distan mucho de ser la única fuente de contaminación de la tierra y del suelo.
Los residuos mal gestionados —tanto residuos municipales como industriales— son responsables de más de un tercio de la contaminación local, seguidos de las actividades industriales. De los varios millones de lugares que se calcula que llevan a cabo actividades potencialmente contaminantes en la UE, solo hay información pública detallada de una pequeña parte.
La contaminación de la tierra y del suelo también es un problema global. El aire y el agua pueden transportar contaminantes, como compuestos de nitrógeno y diminutos fragmentos de plástico, por todo el mundo y depositarlos en superficies terrestres. Los contaminantes se encuentran incluso en las cimas más altas y las playas más remotas.
Algunos contaminantes se descomponen en el suelo con el tiempo, pero otros permanecen para siempre. En muchos casos, la tierra y los suelos son el destino final donde terminan muchos contaminantes y se acumulan con el tiempo. No se conocen bien todos los riesgos de estas sustancias químicas y sus diversas mezclas. Sin embargo, basándonos en los lugares muestreados, sabemos que la contaminación de la tierra y del suelo puede tener una importante repercusión en la salud humana, así como en la biodiversidad del suelo y la salud de los ecosistemas. Estos contaminantes pueden afectar a los organismos del suelo y posiblemente contaminar nuestros alimentos y agua potable.
Es difícil y costoso rehabilitar la tierra contaminada, pero es necesario para eliminar los residuos anteriores. Sin embargo, las autoridades locales suelen carecer de los medios y herramientas para gestionar la rehabilitación. Se han descontaminado más de 65 000 lugares en la UE; sin embargo, falta mucho para llegar a la mayoría de los sitios potencialmente contaminados.
La prevención sigue siendo la forma más eficaz y barata de garantizar que los suelos estén sanos —y el agua y el aire más limpios— a largo plazo. Cualquier iniciativa dirigida a prevenir y reducir la contaminación (desde el diseño del producto, un mejor reciclado, la gestión de residuos, la rotación de cultivos, la agricultura de precisión y la reducción del uso de plaguicidas y abonos hasta un transporte y una industria más limpios) y a apoyar a las autoridades a poner en marcha medidas eficaces, contribuirá a aliviar la presión a la que se someten estos ecosistemas vitales.
Muchas iniciativas políticas actuales y futuras englobadas en el Pacto Verde Europeo —la economía circular, la Estrategia «de la Granja a la Mesa», la Estrategia sobre Biodiversidad, la estrategia en el ámbito de las sustancias químicas, la nueva estrategia del suelo y el plan de acción «contaminación cero»— ofrecen un marco europeo y ayudan a las autoridades nacionales y a los usuarios de la tierra a proteger las tierras y los suelos de la contaminación. Un apoyo adicional a las autoridades locales y un marco político de la UE más coherente en materia de suelo fortalecerían más estos esfuerzos. Después de todo, la contaminación es solo una de las muchas amenazas a las que se enfrentan los suelos y las tierras.
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