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Los humanos somos la especie que ha cambiado la Tierra como ninguna otra. Hemos tenido un gran impacto en casi todas las demás especies que comparten el planeta con nosotros y en sus hábitats. Europa, como una de las zonas más densamente pobladas de la Tierra, no es una excepción.
Según Eurostat, casi el 40 % de la superficie europea se dedica al cultivo de alimentos. Mientras que la agricultura tradicional permitía la coexistencia de una variada gama de animales y vegetales con los cultivos, los cambios producidos en las prácticas agrícolas desde 1950 hacia la intensificación y la especialización han contribuido a un alto grado de pérdida de biodiversidad. Según el Informe de la AEMA sobre el , el mayor uso de los fertilizantes, del riego y de los plaguicidas, así como la intensa modificación del terreno son las principales presiones sobre los animales y los vegetales locales y, en particular, sobre las aves.
La contaminación por los plaguicidas que se utilizan en la agricultura es la principal causa de la preocupante disminución del número de aves insectívoras y de aves ligadas a medios agrarios.
Una de las presiones más importantes es el cese de la gestión tradicional de los pastizales. Los polinizadores, como las abejas, los abejorros y las mariposas, se ven muy afectados por ello. La fragmentación de la tierra y el drenaje con fines agrícolas destruyen los hábitats donde las aves, los reptiles y los pequeños mamíferos solían alimentarse, encontrar refugio y reproducirse.
A menudo, relacionamos la contaminación con la industria, el transporte y la producción de energía, que son fuentes importantes, pero casi el 50 % de las presiones sobre la naturaleza relacionadas con la contaminación provienen de las emisiones agrícolas al aire, al agua y al suelo. La contaminación por los plaguicidas que se utilizan en la agricultura es la principal causa de la preocupante disminución del número de aves insectívoras y de aves ligadas a medios agrarios. La contaminación por plaguicidas también afecta a los anfibios, como ranas, sapos y salamandras, a los insectos y a los pequeños mamíferos, como los murciélagos, los hámsteres y la ardilla de tierra europea.
Asimismo, los plaguicidas y los fertilizantes han afectado negativamente a cerca del 80 % de las 576 especies de mariposas que viven en Europa. La agricultura también es una fuente importante de contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, que afecta a muchos ecosistemas.
La contaminación procedente de la agricultura es uno de los principales problemas que debe abordar la Estrategia de la UE sobre la biodiversidad de aquí a 2030 y la Estrategia «de la granja a la mesa» de la UE, cuyo objetivo es reducir a la mitad el uso de plaguicidas químicos y promover prácticas agrícolas menos intensivas, en particular una reducción en el uso de fertilizantes de al menos el 20 %.
La urbanización representa otra grave presión sobre la naturaleza, pero quizás sorprendentemente, la mayor parte de los daños ya no procede de la conversión de zonas naturales en territorio urbano (el 11 % de las presiones en este ámbito, según el ), sino de las actividades deportivas, turísticas y de ocio (el 25 % de las presiones urbanas). Sin embargo, la construcción y la modificación dentro de las zonas urbanas también afectan a muchas especies que están acostumbradas a vivir en hábitats urbanos (lo cual representa alrededor del 10 % de las presiones urbanas).
Además, las carreteras, ferrocarriles, presas y otras infraestructuras también fragmentan los hábitats y destruyen los paisajes. El tráfico perturba y mata a la fauna salvaje. Los suelos, como importantes reservorios de biodiversidad, resultan dañados cuando se sellan con edificios, asfalto u hormigón.
Gran parte del litoral europeo se modifica para el turismo, dejando poco espacio para los hábitats marinos y costeros intactos. Las aves acuáticas, como patos, gansos, garzas y somormujos, y las rapaces amenazadas, como el alimoche y el quebrantahuesos, se ven gravemente afectadas cuando se destruyen sus zonas de nidificación.
La huella ecológica de los europeos supera con creces lo que los ecosistemas europeos pueden suministrar. Esto tiene consecuencias negativas para el medio ambiente dentro y fuera de Europa.
La producción y el consumo europeos, superiores a la media mundial, contribuyen a la degradación medioambiental en otras partes del mundo. Por ejemplo,, incluidas las producidas por los bienes importados en la UE y consumidos por los europeos.
Según la Plataforma Intergubernamental científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), alrededor del 75 % del medio terrestre y el 40 % del medio marino se encuentran gravemente alterados a nivel mundial.
Dado que la biodiversidad mundial está disminuyendo y que la huella ecológica global ya supera la biocapacidad, el déficit ecológico de Europa puede provocar el agotamiento del capital natural, la pérdida de biodiversidad y el colapso de ecosistemas en otras partes del mundo.
Sin embargo, como señala el informe de la AEMA sobre el , la UE puede desempeñar un papel positivo en la respuesta a estos retos mundiales gracias a sus vínculos económicos, diplomáticos y comerciales y a su liderazgo en la gobernanza medioambiental. Además, las normas europeas sobre productos y las prácticas empresariales pueden tener efectos positivos más allá de las fronteras europeas.
Casi todos los bosques europeos han sido transformados por la intervención humana. Incluso después de la reforestación, la naturaleza de los bosques gestionados por el hombre es diferente. Por ejemplo, el hábitat puede verse afectado de forma negativa si hay una cantidad inferior de árboles de diferentes especies y edades.
A pesar de todas las medidas de protección, seguimos observando una deforestación y unas cortas a hecho locales sin que se planten nuevos árboles en Europa.
La eliminación de árboles muertos y viejos y la reducción de los bosques antiguos afectan a muchas especies de insectos, aves, anfibios, reptiles, murciélagos y pequeños mamíferos, como la barbastela occidental, la ardilla del Cáucaso y el lirón del bosque.
A pesar de todas las medidas de protección, sin que se planten nuevos árboles en Europa.
Al menos 52 millones de aves silvestres son objeto de caza por el hombre cada año en Europa, según una investigación que abarca 26 países europeos. Además, las matanzas ilegales amenazan a muchas especies, sobre todo de aves y mamíferos, mientras que los gatos y los perros asilvestrados y en libertad suponen una amenaza adicional.
Los peces se ven afectados por las capturas, al igual que los mamíferos marinos, como el delfín común y la marsopa, que a veces caen presa de capturas accesorias.
Incluso cuando intentamos disfrutar de la naturaleza, podemos dañar de forma involuntaria los hábitats y las especies que nos rodean. Muchas actividades recreativas, como los deportes al aire libre, los aviones de recreo, los drones, el pisoteo humano y laobservación no regulada de la fauna salvaje, pueden ser muy perjudiciales para la naturaleza.
A veces de forma intencionada, otras por accidente, los europeos han traído al continente nuevas especies vegetales y animales. Estas nuevas especies a veces se apoderan de los hábitats y perturban los ecosistemas, por lo que se denominan especies exóticas invasoras.
Algunas de las especies exóticas invasoras más dañinas son el visón americano, el coipo y el mapache, que se han convertido en depredadores de las aves europeas, y el muntíaco de Reeves, que ramonea en los hábitats del sotobosque. La medusa peine, introducida por primera vez en el mar Negro a través del agua de lastre de los barcos, ha devastado algunas poblaciones de peces.
También hay especies vegetales exóticas que están sustituyendo a las locales. El falso índico (Amorpha fruticosa), la fallopia japonica y la Impatiens glandulifera son solo algunos ejemplos.
El cambio climático ya está afectando a la vida en Europa, con un aumento de las temperaturas, sequías, cambios en los regímenes de lluvia, incendios forestales y menos nieve. Se considera que es una amenaza emergente para las especies europeas y afectará cada vez a más animales y vegetales.
Estamos asistiendo a la extinción de especies locales y regionales, así como a un desplazamiento de las mismas hacia el norte y a mayor altitud. Los anfibios, las aves y los murciélagos son las especies más afectadas por las sequías y los cambios que se producen en el régimen de lluvias.
El advirtió de que el calentamiento, la acidificación y la desoxigenación de los océanos siguen empeorando, poniendo en peligro los hábitats marinos
Para mitigar el cambio climático, necesitamos producir energía de forma sostenible. Europa lidera los esfuerzos hacia la descarbonización, con el objetivo de llegar a las cero emisiones netas de carbono para 2050. Se trata de un objetivo fundamental, pero, en algunos casos, el desarrollo de las energías renovables puede perjudicar a los hábitats y las especies. Por ejemplo, las turbinas eólicas pueden suponer una amenaza para los murciélagos y las aves, que pueden chocar con las aspas, y las presas pueden bloquear el paso de los sedimentos y los peces migratorios..
Por tanto, es crucial que todas las medidas para la descarbonización se tomen de forma coordinada con las políticas de biodiversidad con el fin de minimizar el impacto en los animales y los hábitats. Existen muchas y muy buenas soluciones que benefician tanto al clima como a la naturaleza, como la mejora del estado de los suelos.
En Europa, los factores descritos anteriormente son las presiones más graves sobre la naturaleza, pero no son las únicas. La contaminación acústica y lumínica procedente de la actividad humana también perjudica a muchas especies. Son muchos los problemas que hay que afrontar, pero lo que está claro es que los humanos deben aprender de nuevo a dejar espacio a la naturaleza para que prospere. Si no lo hacemos urgentemente, es posible que las consecuencias no se puedan revertir.
Fuente: El estado de la naturaleza en la UE, Informe de la AEMA n.º 10/2020.
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