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El uso que hacemos actualmente de los recursos es insostenible. Extraemos y consumimos más materias primas de las que el planeta puede proporcionar a largo plazo. En 2050 habrá de seis a siete mil millones de consumidores de clase media en todo el mundo que ejercerán mayor presión sobre el consumo y el medio ambiente. Nuestro estilo de vida actual exige cada vez mayor comodidad y esto tiene sus costes. Basta con echar un vistazo al uso de los plásticos: apenas se reciclan y muchos de los productos hechos con este material acaban en los océanos y mares, donde causan graves daños.
La Unión Europea y otras organizaciones de todo el mundo están logrando avances significativos en la lucha contra el cambio climático mediante la reducción de las emisiones de carbono. Hemos demostrado que la disminución de las emisiones no perjudica el crecimiento económico, sino todo lo contrario. Desde 1990, el producto interior bruto de la UE ha aumentado un 50 %, mientras que los gases de efecto invernadero han disminuido un 24 %. Y también aumenta el número de personas que aportan su granito de arena: compartiendo coche, reduciendo el consumo de energía o reciclando y clasificando los residuos domésticos. Se trata de pasos positivos, pero sabemos que estas medidas no serán suficientes para garantizar un futuro con bajos índices de carbono o que alcancemos el objetivo a largo plazo de la UE de «vivir bien, respetando los límites de nuestro planeta».
Hay indicios de que la sociedad es cada vez más consciente del problema y se están desarrollando nuevos planes de acción política que cambiarán sustancialmente nuestra forma de producir, consumir y vivir. Dichos planes implican la puesta en marcha de respuestas integradas y sistémicas con una perspectiva a largo plazo. A finales de 2015, la Comisión Europea propuso un paquete legislativo sobre la economía circular, que constituye la respuesta de Europa para los años venideros. El paquete contempla diferentes fases del ciclo de vida extendido de un producto: desde la producción, pasando por el consumo, hasta la gestión de los residuos. Las acciones propuestas están concebidas para que los beneficios repercutan tanto en el medio ambiente como en la economía. Su objetivo es lograr que los materiales físicos y su valor se mantengan el mayor tiempo posible en el ciclo económico, y así se reduzcan los residuos, se fomente el ahorro energético y se disminuyan las emisiones de gases de efecto invernadero. Las propuestas están respaldadas por 54 medidas, que en la actualidad se traducen en políticas concretas en múltiples actividades y sectores económicos.
El cambio hacia una economía circular contribuirá a mitigar los problemas para el medio ambiente y para la salud de las personas que provoca la economía lineal actual, basada en el concepto de «producción-consumo-eliminación». No obstante, será necesario emprender cambios profundos en los sistemas de producción y consumo que vayan más allá del uso eficiente de los recursos y el reciclado de los residuos.
Aspectos fundamentales para hacer realidad la economía circular serán el desarrollo del conocimiento, el seguimiento de los progresos y la garantía de que los responsables políticos entiendan y cuenten con los datos y la información necesarios para orientar el desarrollo de políticas favorables y flexibles. En la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) hemos asumido esta labor fundamental.
El Foro Mundial de Economía Circular, celebrado recientemente en Helsinki, me permitió reunirme con cerca de 1 500 responsables políticos, investigadores y dirigentes empresariales de más de 100 países, para compartir y debatir ideas, opiniones y soluciones acerca de cómo generalizar el modelo de economía circular. Durante el evento, la AEMA destacó la importancia de desarrollar conocimientos. Además, presentó el segundo de una serie de informes previstos sobre economía circular. El más reciente de ellos «Circular by design – Products in a circular economy» (Circular desde el diseño – productos en una economía circular) trata de los factores determinantes del diseño de productos y de cómo las tendencias de producción y consumo emergentes pueden fomentar u obstaculizar un uso más circular de los materiales. Por ejemplo, ¿cómo encajan en la economía circular innovaciones y tendencias emergentes como los teléfonos móviles modulares o la impresión en 3D? Pero una economía circular desde el diseño de los productos no se hará realidad por sí sola. Habrá de sustentarse en unas estructuras de gobernanza públicas y privadas sólidas que indiquen la hoja de ruta que debe seguirse. La sociedad y las empresas también habrán de considerar atentamente qué condiciones de mercado, nuevas tecnologías e I+D deberán promoverse.
Todos tenemos un cometido que cumplir para apoyar la transición hacia una economía circular. Para ello, es fundamental que tengamos a mano la información y las soluciones adecuadas. Lo cierto es que si no hallamos innovaciones y tecnologías disruptivas para acelerar el paso a una economía circular e hipocarbónica, esta no se hará realidad.
Hans Bruyninckx
Director Ejecutivo de la AEMA
Editorial publicado en el Boletín de la AEMA número 2017/2, de junio de 2017
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