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Tendríamos que habernos centrado exclusivamente en reforzar los diques existentes, que en las últimas décadas se han construido relativamente cerca del río. Pero ello no habría bastado para reducir el riesgo de inundación, que es bastante alto en los Países Bajos. El programa Espacio para el río[i] se desarrolló en respuesta al aumento relativamente elevado del caudal de los ríos Rin y Mosa en 1993 y 1995. Las inundaciones correspondientes motivaron la evacuación de más de 200 000 personas (y de un millón de cabezas de ganado).
Llegamos a la conclusión de que aumentar el volumen de las aguas fluviales daría lugar a unos niveles generales de flujo de agua más bajos, lo que nos permitiría salir del círculo vicioso de tener que incrementar constantemente la altura y la fuerza de los diques. También nos dimos cuenta de que se depositaba mucha sedimentación en las llanuras aluviales y que aquella rellenaba las zonas situadas entre el dique y el río. Ello reducía el cauce y elevaba el nivel de las aguas con respecto al terreno circundante.
El programa se ejecuta por medio de entre 20 y 30 proyectos específicos. Estos se iniciaron hace doce años y casi todos han concluido; la finalización del último o de los dos últimos proyectos está prevista para 2018. Con la finalización del programa Espacio para el río, nos preparamos para iniciar una nueva etapa: el refuerzo o la renovación del mismo programa.
Hemos emprendido numerosas investigaciones en las que se han examinado nuevas perspectivas a propósito de la mejora de la eficacia de la protección frente a inundaciones costeras y fluviales y hemos elaborado un nuevo análisis y nuevas normas de seguridad para nuestros diques y defensas costeras. En el proceso también han participado comunidades locales, provincias y organismos de gestión de la cuenca hidrográfica. Todo ello se ha encuadrado en el marco del Programa del Delta (Deltaprogramma) neerlandés y las nuevas normas están en vigor desde principios de 2017. Como resultado de la aplicación de las nuevas normas, contamos con un nuevo proyecto de 20 a 30 años de duración y, actualmente, estamos identificando qué estructuras de nuestro sistema fluvial habrán de ser reforzadas. En esta ocasión, el proyecto se combinará con ciertos aspectos del programa Espacio para el río.
El programa Espacio para el río ha gozado, en general, de una buena acogida, aunque no fue así cuando empezamos. Tradicionalmente, las medidas de protección contra las inundaciones cuentan con un fuerte apoyo en los Países Bajos. Como siembre, no obstante, ha habido ciertas reacciones del tipo «no en mi jardín», sobre todo si el refuerzo de un dique conllevaba la demolición de viviendas para su construcción.
De manera similar, la idea de comprar tierras agrícolas para transformarlas en llanuras aluviales tampoco fue bien recibida en un inicio. A lo largo de siglos, generaciones de agricultores han trabajado para convertir zonas naturales en tierras agrícolas. De modo que este cambio en el uso de la tierra, de terreno de cultivo a llanura aluvial, era completamente opuesto a la opinión que los agricultores tenían en el pasado y que, no obstante, ha ido cambiando y volviéndose cada vez más favorable.
Uno de los principales éxitos del proyecto ha consistido en garantizar que se tome en serio la participación de los municipios y los habitantes locales. El Gobierno central, junto con el Rijkswaterstaat, el organismo titular de la red principal de vías fluviales y carreteras de los Países Bajos, dio a las comunidades locales la opción de elaborar planes alternativos en tanto estos se atuvieran a los objetivos del programa Espacio para el río de reducir el nivel del agua. El objetivo de este planteamiento consistió en lograr la aceptación y el apoyo locales del programa Espacio para el río.
El presupuesto del proyecto en su totalidad asciende a unos 2 300 millones de euros. En cuanto a los costes pendientes, se ha entablado un intenso debate sobre el futuro de la protección frente a inundaciones después de la finalización del programa, así como sobre el mantenimiento de los proyectos completados.
Por ejemplo, uno de los problemas en cuanto a la creación de llanuras aluviales se refiere a la necesidad de mantener bajo control el crecimiento de los árboles. Si los dejamos crecer, pueden reducir la velocidad de flujo del río. De este modo, todos los años talamos cierta cantidad de árboles en el marco de la iniciativa general encaminada a asegurar que el sistema fluvial en su conjunto pueda gestionar caudales elevados. Si lo dejáramos completamente en manos de la naturaleza, tendríamos que aumentar aún más los niveles y la fuerza de los diques. En realidad, un análisis de rentabilidad reveló que la tala de árboles resulta más rentable.
También estamos estudiando si los sedimentos fluviales pueden trasladarse de llanuras aluviales en el curso bajo del río a zonas del delta donde el nivel de sedimentación es escaso. El mantenimiento de los diques también es importante. Los diques deben someterse a mantenimiento y controles cada año y, tradicionalmente, han tenido que reforzarse al cabo de 30 o 40 años. En la actualidad, con el cambio climático, tendrán que realizarse mejoras cada 14 años. Por lo tanto, se trata de un nuevo planteamiento sistémico en el que hay que tener en cuenta las repercusiones del cambio climático, incluida la subida del nivel del mar, e incrementar en consecuencia los niveles de protección.
A lo largo de más de 20 años hemos participado en organizaciones de cooperación en el ámbito fluvial referidas a los grandes ríos, a saber, el Rin, el Mosa, el Escalda y el Ems, que llegan a los Países Bajos desde otros países. La cooperación en materia de protección frente a inundaciones con países como Alemania o Bélgica ha ocupado un lugar preeminente en los programas, lo que ha dado lugar a una buena coordinación transfronteriza en numerosos proyectos. Y, además, el planteamiento del programa Espacio para el río se están adoptando en todas partes.
Colaborar con la naturaleza cuenta cada vez con más apoyo en la actualidad y, a mi juicio, con razón. He participado en visitas a lugares de todo el mundo, incluidos países asiáticos donde tradicionalmente no se ha concedido valor alguno a las llanuras aluviales. Para ellos se trataba de lograr exclusivamente el desarrollo económico y agrícola, por lo que cometieron los mismos errores que nosotros. Si se conservan llanuras aluviales y se protegen en su estado natural, es posible mantener el desarrollo económico sin perder flexibilidad y capacidad de recuperación al enfrentarse a determinados riesgos.
Aunque el 95 % del presupuesto se ha destinado a la seguridad hídrica, también hemos contado con pequeñas cantidades para otros objetivos, lo que ha resultado ser bastante conveniente para mejorar la calidad de vida de la población local más afectada por los proyectos. Ello ha incluido la construcción de nuevas viviendas para las personas que tenían las suyas en llanuras aluviales o de nuevos puertos para las comunidades locales. Tomemos el ejemplo de la ciudad de Nimega, ubicada a orillas del río Waal, cerca de la frontera alemana, en la que un nuevo parque fluvial, nuevos puentes y nuevas obras de construcción a orillas del río han contribuido a mejorar la calidad de vida local, al tiempo que se han ampliado las llanuras aluviales.
La creación de nuevas zonas de ocio también ha sido importante en los Países Bajos, cuya densidad de población es bastante elevada. Aquellas han valorizado las comunidades locales y contribuido a la conservación de las antiguas aldeas tradicionales y de las características del paisaje neerlandés, lo que también es importante para el turismo. Se ha adoptado este mismo enfoque en las zonas costeras para preservar las dunas y las playas.
Es una batalla que llevamos siglos librando. La inundación de 1953 todavía resuena hoy en la conciencia colectiva neerlandesa y ejerce una gran influencia en nuestras actuales políticas en materia de agua. Se produjeron entonces más de 1 500 víctimas y, como consecuencia de tales inundaciones, los neerlandeses consideran la protección contra inundaciones (marinas y fluviales) una prioridad máxima y esperan que su gobierno garantice que se adopten medidas preventivas. El agua está en nuestros genes e incluso afecta a nuestro modo de gestión a través del modelo de pólderes, que conforma el núcleo de nuestra cultura y nuestra estrategia.
La pregunta que cabe formularse hoy es cuán rápido nos afectará el cambio climático. Somos conscientes del cambio climático y sus efectos y de que las amenazas actuales son muy distintas de las que nos afectarán dentro de unas décadas. En cuanto a vencer, estoy seguro de que saldremos adelante al menos durante este siglo y posiblemente más allá, aunque únicamente si contamos con la estrategia correcta. El riesgo está ahí, así que nuestro reto consiste en mantener la capacidad de respuesta, para lo que la adaptación es clave.
Programa Espacio para el ríoMás de la mitad de la superficie de los Países Bajos se encuentra por debajo del nivel del mar, lo que hace que el país sea extremadamente vulnerable a las inundaciones fluviales, marinas y de aguas interiores. Los neerlandeses llevan siglos pugnando por mantener bajo control el agua mediante la construcción de diques, represas y escolleras. Las graves inundaciones de 1993 y 1995 dieron lugar a la adopción de un nuevo enfoque más sostenible que incluyera soluciones naturales para reforzar la protección frente a las inundaciones. El programa Espacio para el río complementa las defensas existentes para reducir el riesgo de futuras inundaciones. Se han invertido miles de millones de euros en 30 proyectos específicos que incluyen la restauración de llanuras aluviales naturales y humedales, la renovación de diques y el desmantelamiento de pólderes. A través de todos ellos se pretende reforzar las defensas existentes y mejorar la capacidad y el flujo de los mayores ríos transnacionales cuyo delta se encuentra en el país, al objeto de poder gestionar una rápida crecida de las aguas. |
Willem Jan Goossen,
Asesor político responsable en materia de adaptación al cambio climático y agua
Ministerio de Infraestructuras y Gestión del Agua
La Haya, Países Bajos
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