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Europa es una de las masas terrestres más intensivamente utilizadas del planeta, con el porcentaje más elevado de fragmentación del paisaje debido a asentamientos e infraestructuras como autopistas y vías ferroviarias. El modo en que utilizamos la tierra repercute considerablemente en el medio ambiente: especies, ecosistemas y hábitats. Los recursos terrestres de Europa también se enfrentan a una mayor presión debido a las consecuencias del cambio climático, incluida una mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, incendios forestales, sequías e inundaciones.
Las autoridades nacionales europeas han recabado información sobre la cobertura terrestre y el uso de la tierra a escala local, regional y nacional durante mucho tiempo. A medida que la demanda y la competencia por los recursos terrestres aumentó durante la segunda mitad del siglo XX, resultó evidente que era esencial comprender mejor y con una mayor perspectiva los vínculos entre el uso de la tierra y sus efectos, con vistas a proteger mejor los recursos de la tierra y el suelo. Con este fin, a mediados de la década de 1980, la UE decidió conjuntamente con las autoridades nacionales coordinar el seguimiento y la vigilancia de la cobertura terrestre y su uso más allá de las fronteras.
En 1985, los Estados miembros de la UE iniciaron el programa Corine[i] (Coordinación de información sobre el medio ambiente), que fue testigo del primer esfuerzo conjunto de los Estados miembros de la UE para cartografiar la cobertura terrestre en el territorio europeo. En estas etapas iniciales, los expertos en gestión de la tierra confiaban en una mezcla de mediciones del terreno y fotos aéreas complementadas con imágenes de baja resolución, a menudo caras, procedentes de apenas un puñado de satélites. Debido a la fragmentación de los datos, era difícil obtener una imagen comparable de toda Europa sobre las amenazas a las que se enfrentaban los recursos terrestres del continente. El primer trazado de mapas tardó diez años en completarse.
La idea del programa Copernicus[ii] se desarrolló a finales de la década de 1990 ([1]), y su primer satélite se puso en órbita en 2014. El programa lo gestiona la Comisión Europea en estrecha colaboración con la Agencia Espacial Europea y cuenta con el apoyo de los Estados miembros y de distintas agencias y organizaciones europeas. Copernicus desarrolla su actividad en seis ámbitos temáticos: atmósfera, entorno marino, cambio climático, gestión de emergencias y territorio.
En la actualidad, dos de los siete satélites de Copernicus que hay en órbita ―Sentinel-2A y Sentinel-2B― se encargan concretamente de la vigilancia terrestre. Proporcionan imágenes de elevada resolución temporal y espacial cada cinco días con una cobertura integral de la región AEMA-39 ([2]) y más allá, y apoyan la supervisión de la agricultura, la silvicultura, el uso de la tierra y el cambio de la cobertura terrestre, así como las aguas costeras e interiores. Proporcionan incluso datos biofísicos, como los relativos al contenido de clorofila y de agua en las hojas.
Estos dos satélites reciben el apoyo de datos recabados a partir de más de cien misiones de contribución, tanto comerciales como públicas, más datos procedentes de un gran número de sensores y estaciones de supervisión en el aire y la tierra. Ahora, gracias a Copernicus, solo se tarda aproximadamente un año en realizar una cartografía detallada y precisa de los recursos terrestres de Europa.
La AEMA gestiona los elementos locales y paneuropeos del servicio de vigilancia terrestre de Copernicus. En la práctica, la AEMA garantiza que las imágenes y los conjuntos de datos que se derivan sean fácilmente accesibles para el público y que su uso sea gratuito. Este servicio se está convirtiendo en un instrumento de conocimientos cada vez más esencial para las agencias nacionales de medio ambiente, los planificadores urbanos y otras partes implicadas en la gestión del uso y la conservación de los recursos terrestres, desde el ámbito europeo hasta el ámbito local.
La AEMA utiliza los datos de Copernicus para evaluar determinados aspectos de la salud de los ecosistemas europeos y del modo en que se utiliza la tierra. Los resultados se presentan en varias evaluaciones realizadas por la AEMA, incluidos los informes sobre el estado del medio ambiente e indicadores clave. Un primer indicador ―sobre la ocupación del suelo[iii]― considera qué cantidad de suelo pasa de un uso agrícola, silvícola u otros usos naturales a dedicarse al desarrollo urbano y otros desarrollos artificiales (véase el visor de datos sobre ocupación del terreno[iv]). El segundo indicador de la AEMA evalúa el nivel de sellado e impermeabilidad del suelo [v] en Europa, supervisando la medida en la que el suelo está cubierto por edificios, hormigón, carreteras u otras construcciones (véase el visor de datos sobre impermeabilidad[vi]).
La AEMA y otras instituciones pueden utilizar estos hallazgos y datos en una serie de evaluaciones temáticas o sistémicas diversas. Por ejemplo, sobre la base de los datos y productos de Copernicus, los responsables de la gestión de tierras pueden identificar zonas en las que la expansión urbana, la agricultura, las autopistas y la construcción están dividiendo hábitats clave y proponer soluciones específicas en función de la ubicación. Del mismo modo, las imágenes de Copernicus contribuyen a la supervisión del cambio de hábitat y los cambios de la cobertura terrestre en la red Natura 2000[vii] de sitios protegidos de la UE, que abarca más del 18 % de la superficie terrestre de la UE y el 7 % de su territorio marino (véase el visor de datos de Natura 2000[viii]).
La información geoespacial recabada por Copernicus también conforma la base de lo que se denomina Atlas Urbano[ix]. Los expertos pueden estudiar y comparar la formación detallada de casi 800 zonas urbanas de toda Europa con más de 50 000 habitantes. Las capas detalladas de información muestran dónde se ubican los parques y las zonas residenciales, comerciales e industriales. Los datos también incluyen información sobre la densidad de población, la altura de los edificios y los corredores de transporte, así como los pastos, los humedales y los bosques ubicados en estas zonas urbanas o cerca de ellas.
Los datos sobre la supervisión terrestre y los conocimientos sobre el paisaje europeo, respaldados por un conjunto especializado de satélites y avances tecnológicos, mejorarán sin duda en los próximos años. Con mejoras previstas en la resolución (como precisión milimétrica en el movimiento del suelo) y detalles temáticos (como la fenología de la vegetación y la productividad), los posibles usos de las imágenes ofrecen numerosas oportunidades. Los planes continuos para Copernicus prevén la puesta en órbita de casi 20 satélites más antes de 2030, con lo que se ampliará todavía más el nivel y el detalle de la información recopilada.
Los datos recibidos de Copernicus y el programa de navegación por satélite de la UE, Galileo[x], ya están ayudando a los agricultores a introducir técnicas agrícolas de precisión para producir cultivos, lo que reduce la cantidad de riego y de plaguicidas necesaria durante las temporadas de cultivo. Los planificadores urbanos también están aprovechando el creciente número de conjuntos de datos disponibles relativos a los paisajes urbanos para supervisar los diferentes comportamientos de la vivienda, que por ejemplo pueden ayudar a gestionar y mejorar el acceso al transporte público.
Del mismo modo, supervisar las islas de calor urbano y el acceso a espacios verdes, incluidos los parques, los jardines y los bosques, para los habitantes de las ciudades puede ayudar a los planificadores urbanos a mejorar el bienestar y a garantizar una mejor preparación de las ciudades para el cambio climático.
Un reciente informe de la AEMA sobre el capital natural que apoya la formulación de políticas[xi] analiza cómo mejorar los conocimientos sobre el uso sostenible de nuestros recursos naturales, incluidos la tierra y el suelo. Los datos de los satélites de Copernicus desempeñarán un papel importante en este sentido, en combinación con el seguimiento directo de la biodiversidad y los ecosistemas a través de otros programas.
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