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La media anual europea de las temperaturas atmosféricas ha aumentado 0,3-0,6°C desde 1900. De acuerdo con los modelos climáticos, se prevén nuevos aumentos, por encima de los niveles de 1990, hasta cerca de 2°C para el año 2100, con incrementos superiores en el norte de Europa en comparación con el sur. Entre las posibles consecuencias, se contemplan: la elevación del nivel del mar, tormentas más frecuentes e intensas, inundaciones y sequías, así como cambios en la biota y en la productividad de alimentos. La gravedad de estas consecuencias dependerá en parte del grado en que se implementen las adecuadas medidas de adaptación durante los próximos años y décadas.
Para garantizar que la temperatura no se incremente más de 0,1°C por década y que el nivel de los mares no aumente más de 2 cm por década (límites provisionales previstos para asegurar la sostenibilidad), será necesario que los países industrializados reduzcan las emisiones de los gases responsables del efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y diversos compuestos halogenados), como mínimo en un 30-55 por ciento con respecto a los niveles de 1990, para el año 2010.
Estas reducciones son mucho mayores que los compromisos adquiridos por los países desarrollados en la tercera conferencia de las partes signatarias del Convenio marco sobre el cambio climático (CMCC) de Naciones Unidas, celebrada en Kyoto en diciembre de 1997, que consistían en reducir las emisiones de los gases responsables del efecto invernadero en la mayoría de los países europeos, en un 8 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para el año 2010. Algunos países de Europa central y oriental se comprometieron a reducir las emisiones de estos gases entre un 5 por ciento y un 8 por ciento en relación con 1990, para el 2010; mientras que la Federación Rusa y Ucrania prometieron estabilizar las emisiones en los niveles de 1990.
No parece probable que la UE cumpla el objetivo original del CMCC, fijado en 1992, de estabilizar las emisiones de dióxido de carbono (principal responsable del efecto invernadero) en los niveles de 1990 para el año 2000, ya que la previsión actual es que las emisiones aumenten un 5 por ciento respecto a los niveles de 1990 en el primer año del siglo que viene. Además, en marcado contraste con el objetivo de Kyoto de alcanzar una reducción del 8 por ciento en las emisiones de los gases responsables del efecto invernadero para el año 2010, (para un "conjunto" de seis gases en el que se incluye el dióxido de carbono), en el último escenario de "situación sin cambios" realizado por la Comisión Europea, se sugiere un aumento del 8 por ciento en las emisiones de dióxido de carbono en la UE entre 1990 y 2010, procediendo la mayor aportación (39%) del sector del transporte.
No se ha adoptado todavía la propuesta de una de las medidas clave a escala comunitaria: un impuesto sobre la energía y el carbón, pero ya se ha introducido este impuesto en algunos países de Europa occidental (Austria, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Noruega y Suecia). Hay también otras posibles medidas para reducir las emisiones de CO2 que ya se están aplicando en diversos países europeos y en la Unión Europea. Entre estas medidas se incluyen los programas de eficiencia energética, las instalaciones combinadas de calefacción y electricidad, el cambio de combustibles del carbón al gas natural y/o la madera, las medidas encaminadas a modificar la división de modalidades en el transporte y a la absorción de carbono mediante la reforestación (ampliación del sumidero de dióxido de carbono).
El uso de energía, dominado por los combustibles fósiles, es el factor clave de las emisiones de dióxido de carbono. En Europa occidental, las emisiones procedentes del uso de combustibles fósiles descendieron un 3 por ciento entre 1990 y 1995 debido a la recesión económica, la reestructuración de la industria en Alemania y el cambio del carbón al gas natural en la generación de electricidad. Los precios de la energía se han mantenido estables en Europa occidental durante la pasada década y relativamente bajos en comparación con los precios habituales en el pasado; esto no ha propiciado el estímulo suficiente para mejorar la eficiencia. La intensidad energética (consumo final de energía por unidad de PIB) ha disminuido sólo un 1 por ciento desde 1980.
Entre 1980 y 1995, se registró un cambio sustancial de las pautas vigentes en el uso de la energía. En el sector del transporte, creció un 40 por ciento; en el sector industrial, el uso de energía descendió en un 8 por ciento y el de otros combustibles aumentó en un 7 por ciento, lo que refleja principalmente el incremento del transporte por carretera y un alejamiento del uso intensivo de energía por parte de la industria. Entre 1985 y 1995, se registró un aumento del 10 por ciento en el consumo total de energía.
La aportación de la energía nuclear al suministro total de energía pasó del 5 al 15% en Europa occidental entre 1980 y 1994; Suecia y Francia dependen de la energía nuclear para cubrir cerca de un 40 por ciento de sus necesidades totales de energía.
En Europa oriental, las emisiones de dióxido de carbono procedentes del uso de combustibles fósiles descendieron un 19 por ciento entre 1990 y 1995 debido principalmente a la reestructuración económica. El uso de energía en el sector del transporte descendió un 3 por ciento en los PECO durante este período y un 48 por ciento en los NEI. En el sector de la industria, el uso de energía descendió un 28 por ciento en los PECO y un 38 por ciento en los NEI. La intensidad energética es, en Europa central y oriental, unas tres veces superior a la de Europa occidental, y en los NEI, unas cinco veces superior, por tanto en ambas regiones es considerable el potencial de ahorro de energía. En un hipotético escenario de "situación sin cambios", se prevé que, para el año 2010, el uso de energía sea un 11 por ciento menor al de 1990 en los NEI y un 4 por ciento superior al de 1990 en Europa central y oriental.
Entre 1980 y 1994, la aportación de la energía nuclear al suministro total de energía pasó del 2 al 6 por ciento en los NEI y del 1 al 5 por ciento en la CEE. En Bulgaria, Lituania y Eslovenia, la energía nuclear cubre cerca de la cuarta parte de las necesidades totales de energía.
Entre 1980 y 1995, las emisiones de metano descendieron un 40 por ciento en los PECO y en los NEI. No obstante, pueden alcanzarse todavía mayores reducciones en toda Europa, en especial en los sistemas de distribución de gas y en las minas de carbón. Asimismo, podrían reducirse en toda Europa las emisiones de óxido nitroso procedentes de la industria y del uso de fertilizantes.
Se han registrado una rápida disminución de los niveles máximos de CFC tras la prohibición de su uso y producción. Sin embargo, van en aumento el uso y la emisión de sus sustitutos, los HCFC (responsables también del efecto invernadero), al igual que los de los siguientes gases, identificados recientemente como responsables del efecto invernadero e incluidos en el "conjunto" de gases para los que se fijaron en Kyoto objetivos de reducción: SF6, los HFC y los PFC.
Emisiones de CO2 en Europa durante el período de 1980 a 1995
Fuente: AEMA-ETC/AEAgotamiento del ozono estratosférico
Las medidas políticas adoptadas a escala internacional para proteger la capa de ozono han dado como resultado una reducción del 80-90 por ciento de la producción máxima anual en todo el mundo de sustancias destructoras del ozono. También se ha registrado un rápido descenso de las emisiones anuales. No obstante, los procesos de recuperación de la atmósfera son tan prolongados que todavía no se advierte un efecto de las medidas internacionales en las concentraciones de ozono en la estratosfera ni en la cantidad de radiación ultravioleta del tipo B (UV-B) que llega a la superficie.
Se prevé que el potencial de agotamiento del ozono de todas las especies de cloro y de bromo que se encuentran en la estratosfera (los CFC, halones, etc.) alcance su nivel máximo entre 2000 y 2010. La cantidad de ozono presente en la atmósfera por encima de Europa descendió un 5 por ciento entre 1975 y 1995, con lo cual entra más radiación UV-B a la capa inferior de la atmósfera y llega hasta la superficie de la Tierra.
Recientemente, se han detectado importantes reducciones de la concentración de ozono estratosférico sobre las regiones árticas durante la primavera. Por ejemplo, en marzo de 1997 se registró un descenso del 40 por ciento respecto a los niveles normales del total de ozono sobre la zona del Polo Norte. Estas reducciones son similares, aunque de menor gravedad, a las observadas sobre la Antártida y subrayan la importancia de mantener la alerta política en relación con el agotamiento del ozono estratosférico.
La recuperación de la capa de ozono, proceso que llevará décadas, podría acelerarse eliminando con más rapidez los HCFC y el bromuro de metilo, destruyendo mediante sistemas seguros los CFC y los halones almacenados e impidiendo el contrabando de sustancias destructoras del ozono.
Sustancias destructoras del ozono estratosférico, 1950-2100Desde el informe Dobris, ha habido algunas reducciones de los efectos del depósito ácido derivados de las emisiones al agua dulce de dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y amoníaco, y como consecuencia se aprecia en muchos lugares una recuperación parcial de la fauna invertebrada. La vitalidad de muchos bosques sigue todavía en descenso y, aunque este perjuicio no se relaciona necesariamente con la acidificación, sí desempeñan un papel importante los efectos a largo plazo de los depósitos ácidos en los suelos. En zonas especialmente vulnerables, la acidificación provoca una mayor movilidad del aluminio y de los metales pesados, lo que origina la contaminación de las aguas subterráneas.
Aproximadamente desde 1985, ha disminuido el depósito de sustancias acidificantes. Sin embargo, se siguen superando las cargas críticas (niveles de depósito por encima de los cuales se prevén efectos perjudiciales a largo plazo) en cerca de un 10 por ciento de la superficie europea, principalmente en Europa central y septentrional.
Entre 1980 y 1995 se han reducido a la mitad las emisiones de dióxido de azufre en Europa. Las emisiones totales de nitrógeno (óxidos de nitrógeno más amoníaco), que permanecieron prácticamente constantes entre 1980 y 1990, se redujeron en un 15 por ciento entre 1990 y 1995, registrándose los descensos más acusados en los PECO y en los NEI.
El transporte se ha convertido en la principal fuente de emisiones de óxidos de nitrógeno, y en 1995 este sector fue el responsable del 60 por ciento del total de las emisiones. Entre 1980 y 1994, el transporte de mercancías por carretera aumentó un 54 por ciento; entre 1985 y 1995, el transporte de pasajeros por carretera aumentó un 46 por ciento, y por aire un 67 por ciento.
En Europa occidental, la introducción de catalizadores en los automóviles ha favorecido una reducción de las emisiones procedentes del sector del transporte. No obstante, los efectos de estas medidas tardan en advertirse debido al lento proceso de renovación del parque móvil. Para que se produzcan nuevas reducciones, será preciso aplicar medidas fiscales a los combustibles y a los vehículos.
En los PECO y en los NEI, es considerable el potencial de crecimiento del transporte privado, aunque también es bastante posible que se mejore la eficiencia energética de todo el sector del transporte.
Las medidas políticas contra la acidificación han resultado sólo parcialmente satisfactorias:
Está previsto para 1999 un protocolo sobre múltiples contaminantes multiefecto, cuyo objetivo será fijar, tomando como criterio la eficacia con relación al coste, otros niveles máximos de las emisiones nacionales de sustancias acidificantes y compuestos orgánicos volátiles no metano (COVNM).
Actualmente y como consecuencia del 5PAMA, se están desarrollando en la UE nuevas medidas para alcanzar el objetivo a largo plazo del segundo protocolo del CLRTAP relativo al azufre, entre las que se incluyen reducir el contenido de azufre de los productos derivados del petróleo, disminuir las emisiones de las grandes plantas de combustión y fijar límites a la emisiones de los vehículos rodados. Un objetivo provisional de la estrategia de la UE contra la acidificación que está siendo sometido a examen es alcanzar una reducción del 55 por ciento de las emisiones de óxido de nitrógeno entre 1990 y 2010. Si se pretende realmente alcanzar este objetivo, deberá prestarse una especial atención a las emisiones procedentes del sector del transporte.
Área total en que se superan las cargas críticas
relativas al nitrógeno y al azufre.
Nota: en el cuerpo central del informe puede encontrarse un mapa del ámbito EMEP.
Fuente: EMEP/MSC/W y CELas concentraciones de ozono en la troposfera (a una distancia de 10-15 km de la Tierra) por encima de Europa son por lo general entre tres y cuatro veces superiores a las de la era preindustrial, debido principalmente al enorme incremento de las emisiones de óxidos de nitrógeno procedentes de la industria y de los vehículos, desde la década de 1950. Las variaciones meteorológicas que se registran de año en año impiden detectar las tendencias relativas a los episodios de alta concentración de ozono.
Los umbrales de concentración fijados para proteger la salud humana, la vegetación y los ecosistemas suelen superarse en la mayor parte de los países europeos. Alrededor de 700 admisiones hospitalarias registradas en la UE durante el período comprendido entre marzo y octubre de 1995 (75% de ellas en Francia, Italia y Alemania) pueden atribuirse al hecho de que las concentraciones de ozono superasen en esas fechas los umbrales de protección de la salud. Cerca de 300 millones de personas en la UE pueden estar expuestas, al menos, a un episodio anual de superación de dichos umbrales.
El umbral establecido para la protección de la vegetación se superó en la mayor parte de Europa en 1995. En varios países se registraron niveles superiores durante más de 150 días en determinadas zonas. También en ese año se registraron episodios de superación de los umbrales críticos prácticamente en la totalidad de la superficie arbolada y cultivables de Europa.
Las emisiones de los precursores del ozono, los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles no metano (COVNM) aumentaron hasta bien entrada la década de 1980 y disminuyeron después un 14 por ciento entre 1990 y 1994. El sector del transporte es el principal responsable de los óxidos de nitrógeno, así como de las emisiones de COVNM en Europa occidental; mientras que en los PECO y en los NEI, el principal sector responsable de estas emisiones es la industria.
Si se cumplen los objetivos relativos a las emisiones de óxidos de nitrógeno, fijados
en el Convenio sobre contaminación fronteriza a larga distancia y en el Quinto programa
de acción sobre el medio ambiente, las concentraciones máximas de ozono se reducirán
únicamente en un 5-10 por ciento. El objetivo a largo plazo de no superar los umbrales
críticos dependerá de que se consiga una reducción global de las concentraciones del
ozono troposférico. Para ello, será necesario imponer medidas sobre las emisiones de las
sustancias precursoras (óxidos de nitrógeno y COVNM) que afecten a la totalidad del
hemisferio norte. Un primer paso será fijar los umbrales máximos de las emisiones
nacionales en el futuro protocolo sobre múltiples contaminantes multiefecto.
Máximas concentraciones de ozono durante las horas del día en verano
Fuente: AEMA-ETC/AQ
Desde el informe Dobris, la industria de productos químicos ha seguido creciendo en Europa occidental, con una producción que desde 1993 aumenta a un ritmo superior al del PIB. En los PECO y en los NEI, la producción de este sector ha registrado un notable descenso desde 1989, paralelo a la bajada del PIB, si bien en algunos países la producción se ha recuperado parcialmente desde 1993. El resultado neto es que se ha incrementado el flujo de productos químicos en las economías de toda Europa.
Son escasos los datos relativos a las emisiones, pero los productos químicos se dispersan en todos los medios, incluidos los tejidos humanos y animales. En el inventario de las Sustancias químicas existentes en Europa se enumeran más de 100.000 compuestos. El grado de amenaza de estos productos químicos sigue siendo incierto debido a la falta de conocimientos acerca de sus concentraciones y acerca de sus vías de penetración y acumulación en el medio ambiente y su posterior impacto en los seres humanos y en otras formas de vida.
Se dispone, no obstante, de algunos datos, por ejemplo en relación con los metales pesados y los contaminantes orgánicos persistentes (COP). Aunque las emisiones de determinadas sustancias están disminuyendo, las concentraciones en el medio ambiente siguen siendo motivo de preocupación, en especial en algunas zonas con un alto grado de contaminación y en sumideros naturales como el mar Báltico y el Ártico. Se está procediendo a la eliminación progresiva de algunos de los COP más conocidos, pero se producen todavía grandes cantidades de otras muchas sustancias con propiedades similares.
Recientemente se ha suscitado la alarma en relación con lo que han dado en llamarse "sustancias que alteran las funciones endocrinas": los COP y algunos compuestos órganometalicos, por ser una posible causa de alteraciones de las funciones reproductoras en los humanos y en animales y plantas. Mientras que los ejemplos de estas alteraciones son incuestionables en animales marinos, hasta la fecha no hay pruebas suficientes para establecer vínculos causales entre dichos productos químicos y determinados síntomas de disfunciones reproductoras en el ser humano.
Debido a las dificultades y al elevado coste de evaluar la toxicidad de un gran número de productos químicos, cuyo uso entraña riesgos, sobre todo por sus posibles efectos neuro-toxicológicos y en las funciones reproductoras, algunas de las estrategias de control que se aplican en la actualidad persiguen la reducción de la "carga" de productos químicos en el medio ambiente mediante la eliminación y disminución de su uso y de sus emisiones. Un ejemplo de estas medidas son las estrategias elegidas en el Convenio de OSPAR para la protección del mar del Norte. Está previsto que la CEPE (NU) concluya en 1998 dos nuevos protocolos sobre las emisiones atmosféricas de tres metales pesados y dieciséis COP incluidos en el Convenio sobre contaminación transfronteriza a larga distancia.
Desde el informe Dobris, se han emprendido nuevas iniciativas a escala nacional
e internacional para reducir el posible impacto de los productos químicos en el medio
ambiente, entre las que se incluyen los programas voluntarios de reducción, la
imposición de medidas fiscales sobre determinados productos y el acceso al público de
datos similares a los que se encuentran disponibles en el Inventario de sustancias
tóxicas de Estados Unidos, como se especifica, por ejemplo, en la Directiva sobre
prevención y control integrados de la contaminación. En toda Europa queda todavía mucho
por hacer para extender la aplicación de instrumentos de características similares.
Reducciones de las emisiones de plomo procedentes de la gasolina, 1990-1996
Fuente: Agencia danesa para la protección del medio
ambiente
La generación total de residuos registrada en Europa por la OCDE aumentó casi un 10 por ciento entre 1990 y 1995. No obstante, este aparente aumento puede deberse parcialmente a la mejora de los sistemas de control y seguimiento de los residuos. La falta de datos armonizados y la incompleta recopilación de los mismos siguen dificultando el control de tendencias y la adecuada fijación de objetivos en las iniciativas políticas emprendidas en toda Europa en relación con los residuos.
Se calcula que, entre 1990 y 1995, la generación de residuos municipales aumentó un 11 por ciento en los países europeos pertenecientes a la OCDE. En 1995, se generaron cerca de 200 millones de toneladas de residuos municipales, lo que equivale a 420 kilogramos por persona al año. Los datos relativos a los residuos municipales en los PECO y en los NEI no son todavía lo suficientemente consistentes para determinar a partir de ellos la tendencia subyacente.
La mayor aportación es atribuible a Francia y Alemania, países que, de acuerdo con los informes relativos a los países europeos pertenecientes a la OCDE, generaron cerca de 42 millones de toneladas anuales de residuos peligrosos durante 1994. La Federación Rusa generó unas dos terceras partes de los 30 millones de toneladas de residuos peligrosos que se contabilizaron en el conjunto de Europa oriental durante los primeros años de la década de 1990. Estas cifras totales deben considerarse meramente indicativas debido a las diferencias de definición entre las regiones.
La gestión de residuos sigue estando dominada en la mayoría de los países por la opción más económica: los vertederos. Sin embargo, en el coste de estos lugares de evacuación rara vez se incluyen los datos reales (casi nunca se barajan los costes posteriores al cierre de vertederos), ni siquiera en los países en que se gravan con impuestos determinados tipos de residuos (por ejemplo, en Austria, Dinamarca y el Reino Unido). El reducir la cantidad de residuos y evitar su acumulación son medidas que cada día adquieren más reconocimiento como soluciones de gestión más deseables. Todos los tipos de residuos, en particular los peligrosos, se beneficiarían de una mayor aplicación de las tecnologías más limpias y las medidas de reducción. El reciclado suele tener más éxito en países con una fuerte infraestructura en la gestión de residuos.
Muchos países de Europa central y oriental y los NEI afrontan los problemas derivados de una mala gestión de los residuos durante años y del aumento de los mismos. En estas regiones, son necesarias una mejor planificación estratégica y una mayor inversión en el tratamiento de los residuos. Entre las prioridades, destacan las siguientes: un mejor tratamiento de los residuos municipales mediante la adecuada separación de los diversos tipos; una mejor gestión de los vertederos; la introducción de sistemas de reciclado a escala local; y la puesta en práctica de medidas de bajo coste para impedir la contaminación del suelo.
El compromiso con el uso sostenible de los recursos, la minimización de los daños medioambientales y el cumplimiento del principio "el que contamina, paga" y el "principio de proximidad" han llevado a la Unión Europea a desarrollar una amplia gama de instrumentos jurídicos con el fin de promover y armonizar las normativas nacionales relativas a los residuos. En algunos países de Europa central empiezan a adoptarse enfoques similares, debido en parte a las presiones impuestas por su proceso de adhesión a la Unión Europea. No obstante, en la mayoría de los países de Europa central y oriental, así como en los NEI, siguen siendo insuficientes los instrumentos jurídicos vigentes en relación con los residuos.
Proporción de países con los siguientes instrumentos en las políticas sobre residuos
Fuente: AEMA
Persiste la amenaza sobre la vida animal y vegetal de Europa, y el número de especies en declive es cada día mayor. En muchos países, la mitad de las especies vertebradas conocidas se encuentran en peligro.
Más de una tercera parte de las especies de aves de Europa están en declive, de forma más acuciante en las regiones central y noroccidental. Las razones suelen ser los daños ocasionados en sus hábitats por los cambios en el uso de la tierra ocasionados principalmente por las prácticas de la agricultura y la silvicultura intensivas; el incremento en obras de infraestructura; la extracción de agua y la contaminación.
Sin embargo, van en aumento algunas poblaciones de una serie de especies animales que se relacionan con las actividades humanas, y proliferan algunas especies vegetales que toleran los niveles elevados de nutrientes o de acidez. Se detecta también cierta recuperación en el número de aves que anidan en zonas donde se practica la agricultura orgánica. El desplazamiento de especies no autóctonas es causa de problemas en hábitats acuáticos marinos y continentales, y en hábitats terrestres.
La pérdida de zonas húmedas es más acuciante en Europa meridional, aunque también ha habido grandes pérdidas en muchas zonas agrarias y urbanizadas de Europa central y noroccidental. Las causas principales son: la retirada de tierras, la contaminación, la desecación, la construcción de instalaciones recreativas y las obras de urbanización. Algunos grandes proyectos y muchos proyectos menores dirigidos a la recuperación de ríos, lagos, turberas altas y turberas bajas compensan en cierta medida las pérdidas, si bien se trata de iniciativas a pequeña escala.
La extensión de las dunas de arena ha disminuido un 40 por ciento durante este siglo, principalmente en las costas occidentales de Europa; una tercera parte de esta pérdida se produjo en el decenio de 1970. Las causas principales fueron las obras de urbanización, la construcción de instalaciones recreativas y la repoblación forestal.
El área total de bosques va en aumento, al igual que el total de la producción maderera. La gestión "extensiva" de los bosques, práctica más habitual en el pasado, sigue siendo sustituida por una gestión más intensiva y uniforme. El uso de especies exóticas registra todavía un aumento. Persiste la pérdida alarmante de antiguos bosques naturales y seminaturales. En la actualidad, la mayoría de los bosques antiguos y prácticamente intactos se encuentran en Europa central y oriental y en los NEI, aunque quedan todavía áreas de menor extensión en otras zonas. En la cuenca mediterránea, los incendios forestales siguen siendo un problema, si bien ha disminuido la extensión del área afectada. En la gestión y el uso de los bosques, empieza a introducirse el concepto de silvicultura sostenible, pero todavía no se aprecian efectos globales en la biodiversidad.
A medida que la agricultura se ha hecho más intensiva y se ha extendido la repoblación forestal en zonas de poca cosecha, han empezado a perderse o a deteriorarse a un ritmo bastante rápido algunos hábitats agrarios seminaturales, como, por ejemplo, los prados. En el pasado, este tipo de hábitats eran muy frecuentes en Europa y dependían de las prácticas agrarias extensivas, con escaso aporte de nutrientes. Hoy, el exceso de nutrientes y la acidificación afectan negativamente a aquellas zonas. La biodiversidad de los paisajes abiertos ha experimentado una grave disminución, ya que ha desaparecido la gran variedad de fauna y flora que las caracterizaba.
En todos los países, se han introducido instrumentos jurídicos e iniciativas para la protección de la biodiversidad de escala internacional y nacional, gracias a los cuales se ha logrado proteger amplias zonas terrestres y marinas y se han salvado diversas especies y hábitats. Pero la puesta en práctica de dichas medidas resulta con frecuencia difícil y demasiado lenta para compensar el descenso generalizado. A escala europea, las iniciativas más destacadas actualmente son la implementación de la red Natura 2000, sobre las áreas de protección especial designadas por los Estados miembros de la Unión, y la futura red EMERALD que se contempla en el Convenio de Berna, para el resto de Europa.
En términos generales, la conservación de la biodiversidad suele considerarse de
menor importancia que los intereses económicos o sociales a corto plazo de los sectores
que más influencia tienen sobre ella. Uno de los principales obstáculos a los objetivos
de conservación sigue siendo la necesidad de integrar los aspectos relativos a la
biodiversidad en las demás áreas de aplicación de políticas. Las evaluaciones
medioambientales estratégicas de las medidas y los programas, junto con los instrumentos
de conservación de la Naturaleza, pueden ser instrumentos de enorme utilidad para mejorar
dicha integración.
Fuente: AEMA-ETC/NC
Desde 1980, ha habido una reducción general de la utilización total de agua en muchos países. En el sector de la industria, esta reducción ha estado determinada por la desaparición de actividades industriales que requerían gran cantidad de agua, el crecimiento de los servicios, los avances técnicos y el uso cada vez mayor de los sistemas de reciclado. No obstante, la demanda de agua de las áreas urbanas sigue siendo excesiva, y no se descartan posibles recortes de suministro. También el cambio climático podría influir en el futuro en la cantidad de agua disponible.
El sector de la agricultura es el usuario principal de agua en los países mediterráneos, sobre todo para riego. Desde 1980, el aumento de las zonas de regadío y de la utilización de agua para riego ha sido constante. En los países de Europa meridional, el 60 por ciento del agua extraída sirve para regar. En algunas regiones, la utilización de las aguas subterráneas supera la capacidad de regeneración, lo que provoca la bajada de nivel de la capa freática, la pérdida de zonas húmedas y la intrusión marina. Entre los instrumentos para limitar la futura demanda de agua, se incluyen las mejoras de la eficiencia en el uso del agua, el control de los precios y las políticas agrarias.
A pesar de los objetivos introducidos en la UE en relación con la calidad del agua y de la atención prestada a este aspecto en el Programa de acción medioambiental para Europa central y oriental, desde 1989/90 no se registra ninguna mejora global en las aguas fluviales. Los informes remitidos por los distintos países europeos muestran tendencias diferentes, sin que pueda observarse ningún patrón geográfico homogéneo. Con todo, desde el decenio de 1970 ha habido mejoras en la mayoría de los ríos que mostraban un grado elevado de contaminación.
El fósforo y el nitrógeno siguen produciendo la eutrofización de las aguas superficiales. En varios países, las mejoras en el tratamiento de las aguas residuales y las reducciones de las emisiones procedentes de las grandes industrias durante el período de 1980 a 1995 han dado como resultado un descenso total de las emisiones de fósforo a los ríos de entre el 40 y el 60 por ciento. Las concentraciones de fósforo han disminuido de manera notable en las aguas de superficie, sobre todo en las zonas en que este problema era más grave. Se prevé que se registren más mejoras, ya que el período de recuperación, principalmente en los lagos, puede ser de varios años. En una cuarta parte de los puntos de control de los ríos, las concentraciones de fósforo son todavía diez veces superiores a las que se detectan en el agua de buena calidad. El nitrógeno, cuya principal fuente de vertido es la agricultura, constituye un problema menor en los ríos, pero puede acarrear problemas al ser transportado al mar; es preciso controlar con más rigor las emisiones para proteger el medio ambiente marino.
La calidad de las aguas subterráneas se ve afectada por las crecientes concentraciones de nitratos y plaguicidas procedentes de la agricultura. Las concentraciones de nitratos son bajas en Europa septentrional, pero elevadas en varios países de Europa occidental y oriental, en los que se supera con frecuencia la concentración máxima admitida por la Unión Europea.
El uso de plaguicidas descendió en la UE entre 1985 y 1995, pero este descenso no indica necesariamente un menor impacto medioambiental, ya que ha variado el tipo de pesticidas que se utilizan hoy. Las concentraciones de determinados plaguicidas en las aguas subterráneas superan con frecuencia el máximo admitido por la Unión Europea. Asimismo, en los informes remitidos por muchos países, se recoge un grado importante de contaminación debido a metales pesados, hidrocarburos e hidrocarburos clorados.
En muchas zonas de Europa se aplican hoy políticas integradas para la protección de las aguas continentales, por ejemplo en las cuencas del mar del Norte, el mar Báltico, el Rin, el Elba y el Danubio. Aunque se han hecho grandes avances, la mejor integración de las políticas medioambientales en las políticas económicas sigue siendo un reto pendiente de cara al futuro.
La política agraria, concretamente, es fundamental para atajar los aportes procedentes de las fuentes difusas, pero esto sigue planteando dificultades técnicas y políticas. Aunque la reforma derivada de la Política Agraria Común de la Unión Europea está resultando eficaz para la integración de medidas que reduzcan los aportes de nutrientes, debe hacerse un esfuerzo mayor, por ejemplo, para garantizar realmente las ventajas medioambientales de medidas tales como la retirada de tierras de la producción agraria.
Las Directivas de la UE sobre el tratamiento de las aguas residuales urbanas y sobre los nitratos deberían suponer sustanciales mejoras, pero su eficacia dependerá del grado en que los Estados miembros designen las correspondientes áreas sensibles y zonas vulnerables. La propuesta de una directiva marco sobre el agua exigirá programas integrados de gestión y mejora. Si llega a aplicarse de forma homogénea en toda la Unión, esta directiva, en combinación con las correspondientes modificaciones en la gestión de la demanda, puede suponer una notable mejora de la calidad del agua y una gestión sostenible de los recursos hídricos.
Disponibilidad de agua dulce en Europa
Fuente: Eurostat, OCDE, Instituto
Hidrológico
Medio ambiente marino y de litoral
Los mares más amenazados de Europa son: el mar del Norte (sobreexplotación pesquera, elevadas concentraciones de nutrientes y contaminantes ); los mares de la península ibérica (es decir, parte del océano Atlántico y el mar Cantábrico: sobrepesca, metales pesados); el mar Mediterráneo (elevadas concentraciones de nutrientes en puntos determinados, presiones intensas en las costas, sobrepesca); el mar Negro (sobrepesca, rápido aumento de las concentraciones de nutrientes); y el mar Báltico (elevadas concentraciones de nutrientes, contaminantes, sobrepesca).
La eutrofización, debida sobre todo al exceso de nutrientes procedentes de la agricultura, es un problema grave en algunas zonas de muchos mares europeos. Por lo general, las concentraciones de nutrientes se mantienen en los mismos niveles que a principios de la década de 1990. El incremento de los efluentes de nitrógeno y las concentraciones resultantes en las aguas marinas de algunas costas occidentales de Europa parece guardar relación con las altas precipitaciones e inundaciones acaecidas entre 1994 y 1996. En la mayor parte de los mares de otras zonas no se identifica una tendencia clara respecto a las concentraciones de nutrientes. No obstante, entre 1960 y 1992 el aumento de las mismas se multiplicó por diez en el mar Negro, procedentes sobre todo de la cuenca hidrográfica del Danubio.
La contaminación de los sedimentos y de la biota debida a productos químicos antropogénicos parece afectar prácticamente a todos los mares europeos, si bien son limitados los datos de que se dispone a este respecto y se refieren fundamentalmente a las regiones occidental y noroccidental de Europa. Se han detectado concentraciones elevadas (por encima de los niveles naturales) de metales pesados y PCB en peces y sedimentos, siendo aún más altas en los puntos cercanos a las fuentes de emisión. La acumulación de estas sustancias en los organismos entraña una amenaza tanto para los ecosistemas como para la salud humana (tal como se explica en el capítulo sobre productos químicos).
La situación de la contaminación por petróleo es muy diversa, y no puede hacerse una evaluación fiable de las tendencias generales. Las fuentes principales se encuentran en tierra, y la contaminación llega hasta los mares a través de los ríos. Aunque el número anual de vertidos de petróleo va en descenso, los vertidos pequeños y en ocasiones grandes en zonas de fuerte tránsito marítimo provocan importantes daños locales: deterioro de playas, mortandad de aves marinas y reducción de los bancos de peces y crustáceos. No obstante, no hay pruebas de que sean irreversibles los daños causados en los ecosistemas marinos por los grandes vertidos accidentales de petróleo ni por las fuentes comunes de emisión.
La sobrepesca sigue siendo muy frecuente en muchos mares, y es un problema
especialmente grave en los mares de la Península Ibérica, el mar Mediterráneo y el mar
Negro. El exceso de actividad de la flota pesquera resulta preocupante, y debería
conseguirse una reducción del 40 por ciento para adecuar la actividad pesquera a los
recursos disponibles.
Descargas de fósforo y de nitrógeno
Nota: descargas directas y aportes fluviales
Fuente: AEMA - ETC/MC
En Europa occidental se han identificado más de 300.000 lugares potencialmente contaminados, y el número que se calcula para toda Europa es mucho mayor.
Aunque en el programa Medio Ambiente para Europa se exigía la identificación de todos los lugares contaminados, en muchos países no se dispone todavía del cuadro completo. El alcance del problema es difícil de valorar debido a la falta de acuerdo en las definiciones aplicadas. La Comisión Europea trabaja actualmente en la elaboración de un Libro Blanco sobre responsabilidad medioambiental; para las acciones de seguimiento será preciso disponer de definiciones armonizadas. En la mayoría de los países de Europa occidental se han establecido marcos reguladores de actuación para impedir futuros incidentes y limpiar la contaminación actual.
En Europa oriental, la contaminación del suelo en las áreas situadas en torno a antiguos emplazamientos militares plantea el riesgo más grave. En la mayoría de los países de esta región han empezado a evaluarse los problemas existentes, pero en muchos PECO y en los NEI faltan todavía los marcos financieros y reguladores necesarios para acometer el tratamiento de los lugares contaminados.
Otro problema grave es la pérdida de suelo debida a los materiales de sellado que se utilizan en la construcción de instalaciones industriales o en las obras de infraestructuras, que reduce los posibles usos del suelo para las generaciones futuras.
Cada vez es mayor la erosión de los suelos. Cerca de 115 millones de hectáreas muestran signos de erosión hídrica y 42 millones de hectáreas, de erosión eólica. El problema es más acuciante en la región mediterránea debido a las frágiles condiciones medioambientales, pero se da también en la mayoría de los países europeos. La erosión del suelo se intensifica con el abandono de tierras y los incendios forestales, principalmente en las zonas marginales. En muchas áreas faltan estrategias para luchar contra el ritmo acelerado de la erosión, por ejemplo, las medidas de reforestación.
La salinización del suelo afecta a casi 4 millones de hectáreas, situadas principalmente en los países mediterráneos y en Europa oriental. Las causas principales son la sobreexplotación de los recursos hídricos como resultado de la extracción de agua para la agricultura de regadío, el aumento de la población, el desarrollo industrial y urbano, y la expansión del turismo en las zonas costeras. En las áreas cultivadas, los efectos más destacados son la baja productividad de las cosechas o incluso la pérdida total de las mismas. En muchos países faltan estrategias para luchar contra la salinización del suelo.
La erosión y salinización del suelo incrementan el riesgo de desertización, sobre todo en las zonas más vulnerables, situadas principalmente en la región mediterránea. Se dispone de información limitada respecto al alcance y gravedad de la desertización; hacen falta más esfuerzos en el desarrollo y aplicación de estrategias preventivas, posiblemente en el marco del Convenio de Naciones Unidas sobre la lucha contra la desertización.
Datos sobre los lugares con contaminación potencial y contaminados
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Fuente: AEMA-ETC/S
Las obras de urbanización son continuas a pesar de que cerca de tres cuartas partes de la población de Europa occidental y de los NEI y algo menos de las dos terceras partes de la población de Europa central y oriental viven ya en ciudades.
El rápido crecimiento del transporte privado y el consumo intensivo de los recursos son las principales amenazas para el medio ambiente urbano y, por ende, para la salud humana y el bienestar. En muchas ciudades, los automóviles constituyen hoy más del 80 por ciento del tráfico rodado. Las previsiones respecto al crecimiento del transporte en Europa occidental indican que, en un escenario de "situación sin cambios", las demandas del transporte por carretera de pasajeros y de mercancías podrían llegar casi a duplicarse entre 1990 y 2010, con un aumento anual de automóviles del 25-30 por ciento y del 25 por ciento en los kilómetros anuales recorridos por cada automóvil. Se prevé que el actual incremento de la movilidad urbana y de los turismos se acelere durante las próximas décadas en las ciudades de Europa central y oriental, con el correspondiente incremento del consumo de energía y de las emisiones procedentes del sector del transporte.
En términos generales, la calidad del aire ha mejorado en la mayoría de las ciudades europeas. Durante la década de 1990 se ha registrado un acusado descenso de las concentraciones anuales de plomo, y parece haber pruebas de que experimentan también un descenso las concentraciones de otras sustancias contaminantes. No obstante, en los informes relativos a algunas ciudades de Europa central y oriental se recogen ligeros incrementos de las concentraciones de plomo durante los últimos cinco años, debido principalmente al aumento del tráfico. La medida prevista de eliminar progresivamente las gasolinas con plomo podría resolver este problema.
El ozono sigue siendo un problema grave en algunas ciudades, y las concentraciones más altas se registran a lo largo del verano. Los datos relativos a una gran mayoría de ciudades indican episodios en que se han superado los valores límite establecidos por la OMS respecto al dióxido de azufre, el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y la materia particulada (MP). No se dispone de muchos datos en relación con el benceno, pero parece común que se superen las directrices de la OMS sobre la calidad del aire ambiente.
Si se extrapolan a las 115 grandes ciudades de Europa los resultados remitidos, puede deducirse que cerca de 25 millones de personas están expuestas a episodios de niebla tóxica invernal (en los que se superan las directrices sobre la calidad del aire ambiente en relación con el SO2 y la MP). La cantidad de personas expuestas a episodios de niebla tóxica estival (relacionados con el ozono) alcanza la cifra de 37 millones, y se aproxima a los 40 millones el número de personas que están expuestas, al menos, a un episodio anual en el que se superen las directrices de la Organización Mundial de la Salud.
En Europa occidental, las principales fuentes de contaminación atmosférica son hoy los vehículos de motor y la combustión de carburantes gaseosos, mientras que en el pasado eran los procesos industriales y la combustión de carbón y de combustibles con alto contenido de azufre. En consonancia con el aumento previsto del transporte, se incrementarán también las emisiones procedentes de este sector, lo que intensificará la contaminación atmosférica de las ciudades. En Europa central y oriental y en los NEI, se experimentarán transformaciones similares aunque a un ritmo más pausado.
Cerca de 450 millones de personas en toda Europa (el 65% de la población) están expuestas a niveles elevados de contaminación acústica (por encima de niveles de presión acústica equivalentes Leq) 55dB(A) en un período de 24 horas). Aproximadamente 9,7 millones de personas están expuestas a niveles inaceptables de contaminación acústica (por encima de Leq de 75dB(A) en un período de 24 horas).
En una serie de ciudades europeas se ha incrementado el consumo de agua: cerca del 60 por ciento de las grandes ciudades sobreexplotan sus recursos hídricos subterráneos y su disponibilidad de agua. Asimismo, la calidad del agua puede limitar progresivamente el desarrollo urbano en países en los que son frecuentes los recortes de suministro, principalmente en Europa meridional. Por el contrario, en algunas ciudades de Europa septentrional ha disminuido el consumo de agua. En términos generales, podría hacerse una utilización más eficiente de los recursos hídricos, ya que el uso doméstico de agua para beber y cocinar representa sólo un pequeño porcentaje del total utilizado, y se pierden grandes cantidades (desde el 5% a más del 25%) en fugas de los sistemas de distribución.
Los problemas urbanos no se limitan únicamente a las ciudades. Cada vez es mayor la porción de terreno necesaria para abastecer a los grandes núcleos de población y para absorber las emisiones y residuos que producen.
A pesar de los progresos registrados mediante la gestión medioambiental de las ciudades europeas, siguen sin resolverse muchos problemas. Durante los últimos cinco años, se ha incrementado el número de entidades administrativas de carácter municipal que buscan formas de alcanzar el desarrollo sostenible en el contexto de las políticas de la Agenda local 21, entre las que se incluyen las medidas para reducir la utilización de agua, la energía y los materiales; la mejor planificación de los usos del suelo y del transporte; y la aplicación de instrumentos de tipo económico. Más de 290 ciudades se han unido ya a la campaña "Ciudades y Poblaciones Sostenibles de Europa".
Todavía son incompletos los datos relativos a muchos aspectos del medio ambiente urbano; por ejemplo, el consumo de agua, la generación de residuos municipales, el tratamiento de las aguas residuales o la contaminación atmosférica y acústica. Esto imposibilita la evaluación precisa de los cambios que se están produciendo en el medio ambiente urbano de Europa.
Concentraciones medias anuales de NO2 durante el período de 1990 a 1995
Fuente: AEMA-ETC/AQ
Riesgos naturales y tecnológicos
En la Unión Europea, el número de accidentes industriales graves que se registran anualmente se ha mantenido más o menos constante desde 1984. Teniendo en cuenta que tanto la notificación de accidentes como la actividad industrial se han incrementado desde entonces, es probable que haya disminuido el número de accidentes por unidad de actividad. En la actualidad, no hay bases de datos relativos a los accidentes en Europa central y oriental ni en los NEI.
Con arreglo a la Escala internacional de sucesos nucleares (INES) de la Agencia internacional de la energía atómica, en Europa no ha habido "accidentes" (niveles 4 a 7 de la INES) desde 1986 (el de Chernobil fue del nivel 7 de la INES). La mayoría de los sucesos registrados se consideran "anomalías" (nivel 1 de la INES), y sólo algunos alcanzan la categoría de "incidentes" (niveles 2 y 3 de la INES).
En los últimos diez años, se ha registrado en todo el mundo una notable reducción del número anual de vertidos de petróleo que puedan considerarse de importancia. Sin embargo, en los últimos años se produjeron en Europa occidental tres de los vertidos de mayor gravedad de todos los acaecidos, a los que puede atribuirse la mayor proporción de todo el petróleo derramado hasta la fecha.
Muchas de las actividades que dan lugar a los accidentes más graves son cada día más intensas, del mismo modo que aumenta también la vulnerabilidad de algunas de estas actividades e infraestructuras a las catástrofes naturales. El marco de referencia básico para mejorar la gestión de los riesgos es la Directiva Seveso II, en la que se contempla una amplia cobertura, se adopta un enfoque global del problema y se centra la atención en la prevención de accidentes. En el momento actual, es preciso que las industrias y las administraciones reguladoras y responsables de la planificación lleven a la práctica lo que se expone en dicha Directiva, que puede servir de modelo también para los países de Europa oriental, en los que no existe aún un marco adecuado tan amplio y de carácter transnacional. Por otra parte, es necesario también abordar la prevención de los riesgos que no se circunscriben al ámbito industrial.
Durante la década de 1990, ha habido un gran número de inundaciones de carácter
excepcional que han causado muchas muertes y cuantiosos daños. Si bien la explicación
más viable ha de buscarse en las variaciones de la escorrentía, los efectos pueden
haberse amplificado por la interferencia del ser humano en el ciclo hidrológico.
Vertidos de petróleo registrados en Europa en el período de 1970 a 1996
Fuente: ITOPF
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